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11 dilemas que solo los gallegos entendemos

by Ana Bulnes 23 Sep 2015

1. ¿Corrijo a esa persona que ha dicho “Chunta/Junta de Galicia”?

¿Me arriesgo a que me llamen Uchía toda la vida? ¿A que se dirijan a mí como Anita por mail -aunque en mi DNI diga Antía? Anxos, Xianas, Xoáns, Xurxos del mundo, uníos. Entre todos lograremos que la gente de fuera aprenda a pronunciar la xe. También nos acordamos de vosotras, Sabelas. Que nunca más os llamen Isabela sin que nadie saque a los perpetradores del crimen de su error.

 

2. ¿Llevo las piernas al aire?

Es verano, un día de calor, eres chica y vas a salir por la noche. Y ahí estás, delante del armario, preguntándote si debes atreverte a ir con vestido (y sin medias, se entiende, hay meses en los que las medias están prohibidas) u optar por el pantalón. ¿Piensas en la moda y en la estética? No: piensas en la temperatura exterior y en si no te congelarás si vas con tanta piel a la intemperie.

3. ¿Cojo el paraguas?

Este dilema nos asalta principalmente en dos ocasiones: cuando no llueve pero el cielo no augura nada bueno y cuando estamos en mitad de una ciclogénesis explosiva. En la primera situación sabes que funciona Murphy a la perfección y que basta con que salgas con paraguas de casa para que salga el sol, las nubes desaparezcan y tú parezcas un loco cargando con el paraguas a todas partes. Lo que hagas en la segunda situación depende de dos factores: tu confianza en los poderes del paraguas para cumplir su cometido y tu amor por él. Sabes que el artefacto podría morir en solo tres minutos en la calle y sabes también que, aunque sobreviva, tú vas a acabar empapado igual. Pero salir sin escudo protector a la calle nos hace sentir tan indefensos…

4. ¿Cojo la AP-9 o voy por carretera?

Normalmente metemos el rabo entre las piernas y cogemos la AP-9, especialmente si vamos a hacer un trayecto largo por el Eje Atlántico, pero ¿y lo bien que nos sentimos cuando sacamos nuestro pequeño yo revolucionario y vamos por carretera? Tardaremos dos horas en llegar de Vigo a Santiago y una más si queremos alcanzar A Coruña, pero llegaremos henchidos de orgullo (porque también somos un poco cobardes y lo de negarnos a pagar en la barrera nos da algo de miedo).

5. ¿Me baño?

Verano, playa. El mar está ahí delante y te llama, porque en la toalla estás pasando bastante calor. ¡Lo feliz que serás cuando salgas fresquito del agua! Experiencias pasadas, no obstante, te enseñan a ser cauteloso y a estudiar bien todos los factores. ¿Hay viento y te congelarás al salir? ¿Te dará tiempo a secarte antes de irte si no has traído muda -y no estás en una playa nudista? ¿Se dirige esa nube al sol? ¿Cuánto tardará en desaparecer? ¿Vienen más? ¿Qué hago aquí? ¿Hay vida después de la muerte?

6. ¿En qué lengua hablo en Portugal?

Si sabes portugués no tendrás este problema, pero eres también una excepción. A todos nos sale hablarles en gallego (a veces con un curioso acento aportuguesado) por razones evidentes, pero sabemos cuál suele ser la reacción de nuestro interlocutor: nos contestarán en perfecto castellano o, si en algún momento somos lentos al entenderlos, directamente en inglés. Pero hablarles directamente en alguna de estas lenguas nos parece tan absurdo como falto de respeto… (¿solución? ¡aprender portugués de una vez por todas!).

7. ¿Licor café o crema de orujo?

De pronto te sientes como Neo escogiendo entre la píldora roja y la píldora azul. Sabes que tu elección determinará el resto de la noche porque, de alguna forma, hemos hecho que el solo hecho de pedir un licor café o una cremita sea una declaración de principios sobre lo que quieres. ¿Chute de cafeína? La noche es joven y no temes la resaca (si además hablas de likorka es que tú también eres/quieres ser joven). ¿Una cremita de orujo? Aguantarás un rato, pero es casi como la leche antes de irte a dormir, tu idea es retirarte pronto, no más allá de las 3. Luego están los experimentadores indecisos que mezclan ambos elixires para hacerse un equivalente al café con leche.

8. ¿Es una nube o es humo?

Uno de esos dilemas que no deberíamos tener nunca, pero que desgraciadamente siguen asaltándonos todos los veranos. Normalmente la nariz nos da la respuesta. Cuando no olemos nada raro, deseamos que sean nubes negras de tormenta (posiblemente el único momento en el que no nos importa que de pronto haga mal día).

9. ¿Pongo la lavadora o espero?

¡Tantas cosas que tener en cuenta además de la cantidad de ropa que queda limpia en el armario! La principal es la previsión meteorológica: si puedes tender la ropa al aire libre, querrás sol. ¿Meteogalicia dice que vendrá el buen tiempo en cuatro días? Harás cuentas: ¿de verdad te compensa poner la lavadora hoy y tener la ropa “secándose” en un tendal interior? Si no hay deshumidificador de por medio, sabes que no tiene sentido. Mejor esperar al sol… pero ¿y si este nunca llega?

10. ¡Fiesta histórica! ¿Me quedo o huyo?

La Arribada en Baiona, la Festa da Istoria en Ribadavia, la Reconquista en Vigo, Feira Franca en Pontevedra, Arde Lucus en Lugo… todos sabemos los pros (¡nos podemos disfrazar! ¡puestos de vino y licores y empanada y choripán! ¡recreaciones de batallas!) , pero también los contras: el número de personas por metro cuadrado aumenta hasta niveles que creías imposibles. Si vives en plena zona afectada solo tienes dos opciones: unirte a la fiesta o huir lejos. Intentar hacer como que no pasa nada solo hará que quieras tirarles una maceta a los alegres mozos medievales que beben bajo tu ventana.

11. ¿Terraza al sol o a la sombra?

En invierno escogeremos sol, porque rechazarlo cuando se digna a aparecer es de mala educación (¿y si decide no volver en varios meses?). En el resto de las estaciones, lo mejor es estar en una mesa en la que podamos cambiarnos rápidamente. Al principio diremos “¡sol!” entusiasmados. A los cuatro minutos nos iremos desplazando hacia la sombra. Nos pondremos la chaqueta otra vez. Pasan siete minutos. Volvemos al sol. Y así durante el tiempo que aguantemos.