Caradurismo: A los cordobeses nos encanta tomarle el pelo a la gente. No le tenemos respeto a nadie: ni a un policía, ni a un juez, mucho menos al ciudadano promedio. Podemos “agarrar para la cagada” hasta al mismísimo Dios si fuera necesario.
O a su embajador en la Tierra:
Poesía. El humor cordobés es pura poesía y nos valemos de todos sus recursos para provocar una sonrisa incluso en el más amargo. Veamos un ejemplo de cómo usamos la rima: “Aro, Aro, Aro…Cuánto sufre el hombre, cuando la mujer le falta; pero más sufre el perro cuando la perra es alta.”
Exageración: Al cordobés no le pasa simplemente “algo”, el cordobés vive una aventura épica. Esto se traduce en cuantos aumentativos le permita el idioma para contar la anécdota, y más también: el cordobés no cuenta un chiste, cuenta un “chistazo”, no relata una novela, es un “novelón”.
– Era un chiste tan, pero tan malo, que les pegaba a los chistes pequeñitos. Cuac.
El término “cuac” procede a un chiste “malazo”.
Comparación: El cordobés se sirve de tantas opciones como su retórica le permita. El arte de la comparación es una de sus favoritas: “fino como canapé de polenta”; “más falso que besito de suegra”…
Metáfora: Ahora bien, entre cordobeses pura cepa, la comparación se vuelve redundancia o exceso de explicaciones. A veces preferimos “ir al hueso” y hablar directamente con metáforas:
Ahí viene Carlos, me voy antes de que me vea porque es un rosario de sandías.
¡Uh! ¡Liviano!
Como se puede observar, el uso de la ironía siempre acompaña la respuesta.
Tomar el todo por la parte: De este bello recurso echamos mano habitualmente para encontrar apodos humorísticos. El cordobés observa tu todo, encuentra tu peor parte, la resalta y te bautiza: “cara con balcón”, “el barba e’ choclo”, “don nariz con patas”, “cara con manija”, “alfajor mal pegado”, “cara e’ huevo rascado”, “el manos manojo e’ morcilla”, etc.
Anagramas y juegos de palabras: Para el cordobés, cada palabra, cada sílaba y cada una de sus letras son una oportunidad para hacer un chiste. Nos encantan los juegos de palabras, deformarlas y reformularlas.
Personajes recurrentes: El humor es tragedia más tiempo, dijo Woody Allen. Pero como a veces uno no se quiere hacer cargo de la tragedia, es mejor echarle la culpa a otro. Es así, que los cordobeses tenemos nuestros “personajes recurrentes” a quienes siempre les atribuimos los eventos desafortunados: El “chupao” (el borracho), el “pata e lana” (el amante) o el genérico “nero cordooobé” (básicamente, cualquiera).
Rápido y ocurrente. Para el cordobés, todo es una oportunidad para hacer un chiste: un cartel, un folleto o hasta un vidrio sucio.
Ineludible. A donde vayas, nuestras humoradas te perseguirán: vayas a comprar la carne o vayas a comprar el pan.
Responsabilidad social: Aunque parezca que a veces no tenemos límites con tal de hacer un chiste, los cordobeses también aprovechamos el humor para dar un buen consejo o una sabia recomendación. Porque el humor, con amor, es mucho mejor. 