Photo: Laura Rivas/Shutterstock

Cómo hacer enojar a una mujer argentina

by Journeys Of The Bee 4 Aug 2015

Insistile a una mujer argentina que admita que no sabe algo.

Una argentina, si no la gana, la empata. El punto lo ponemos nosotras.

Gritanos que vayamos a lavar los platos cuando estemos al volante.

Interminables discusiones por si las mujeres son mejores o peores que los hombres al volante. Qué venga una científica a demostrarme que el género tiene que ver en la forma de manejar… Y de última, si nos mandamos un cagada, ¿qué tiene eso que ver con lavar los platos?

Decinos que las mujeres brasileras son las más lindas de América Latina.

¿No te enseñó tu vieja que las comparaciones son odiosas?

Criticá a Evita por cualquier cosa que tenga que ver más con ser mujer que con sus ideas políticas.

También aplica para CFK, o cualquier otra mujer que haya ocupado un alto cargo. No son yeguas, ni son putas o hijas de puta, y no importa cuánto les interesa su imagen personal. Si cometen errores o hacen cosas bien, no tiene que ver con su género, ¿de acuerdo? ¿O acaso nos ven diciendo que todos los hombres son como Carlos M., y que todas las que se mandó tiene que ver con que nació con pene?

Rechazá nuestras muestras de afecto en público.

Estas incluyen caminar de la mano, darnos un beso delante de tus amigotes, usar apodos de cariño frente a la familia, y que nos sentemos aúpa aunque haya suficientes sillas para todo el mundo. Un rechazo así no solo herirá nuestro ego, sino que te ganará unas buenas horas de “¿qué te pasa?” “Nada”, mientras portamos cara de ort* y lanzamos miradas furiosas en tu dirección.

Molestate porque lloremos a mares y riamos a carcajadas en cualquier lugar.

Aprendé a bancarte lo pasional de una argentina: al que le guste el durazno que se aguante la pelusa.

O llamanos «histéricas» por cualquier comportamiento al que no le encuentres explicación.

¿Por qué no te vas un poquito a… asesorarte con un diccionario, Wikipedia y/o un psicólogo antes de usar palabras que ni siquiera comprendés?

Compará nuestra forma de hacer milanesas con la de tu vieja.

Si seguís con eso, 1) las milanesas las vas a tener que hacer vos, y 2) las que iremos a la casa de tu vieja a comer milanesas somos nosotras, a ganarnos su confianza y complotar en tu contra.

Ponete hincha pelotas con que “para qué te arreglás tanto”.

Siquiera atrevete a insinuar que estoy pintada como una puerta. No, tampoco me importa que el labial no te guste al tacto…

Ponete hincha pelotas con que “¿Así vas a ir?”

No, no somos la gata flora: simplemente hay días en los que una no tiene ganas de salir del pijama. ¿Por qué no nos dejan vestirnos como se nos canta? La libertad es libre.

Defendé a Tinelli y su cosificación de la mujer.

Podríamos explicarte, una vez más, todo lo que está mal con ese programa. O dejarte de hablar. O enseñarte el repertorio de malas palabras argentinas. Por tu bien y el de las mujeres que querés y que te importan, llamate al silencio y autoeducate en respeto.

O defendé que “irse de putas” es una tradición divertida.

No me importa que sea la “profesión más vieja del mundo” y que algunas mujeres la practican haciendo uso de su libertad. La trata de blancas es un tema muy serio, y demasiadas mujeres sufren al respecto.

No cedas tu asiento ni dejes pasar primero a una mujer embarazada.

Ordená tus prioridades, por favor. Esa podría ser la madre de tus hijos… o vos misma (también hay mujeres que se «distraen» y no ceden el asiento).

Intentá convencernos de que hay una diferencia entre ocultar, mentir, guitarrear y chamullar.

Tampoco se te ocurra venir con lo de “pero gordita…”, o reemplazar en ese momento nuestro nombre propio con algún genérico del estilo “linda”, “bonita” o “bebé”. Tu tono de voz “dulce de leche” no te va a salvar de la que sospechamos que te mandaste. Y por último, todos tus argumentos se caerán cuando te preguntemos cómo te sentirías si te hacemos lo mismo a vos.