1. Trabajo

Esto en realidad no le va a sorprender a nadie: ¡resulta que trabajo significa tortura! Más o menos. “Trabajo” viene de tripalium (vía tripaliare>trabajar), un yugo de tres palos en el que se ataba a los esclavos para azotarlos. La palabra llegó al latín vulgar con el significado de sufrimiento y esfuerzo, y de ahí al trabajo (que en el momento era sobre todo en el campo) ya no quedaba mucho.

2. Músculo

¿Qué tienen que ver los músculos con los ratones? Más de lo que crees: “músculo” viene de “mus”, ratón, con el sufijo diminutivo “-culus”. Es decir, ratoncito. Los romanos lo usaban para referirse a la forma de la parte superior de la pierna al hacer fuerza –y de ahí salió muslo también.

3. Candidato

Un candidato no tiene por qué ser político, pero tendemos a asociarlo casi siempre a ese mundo. Y por eso (y por nuestra opinión de ese gremio) es más irónico el significado de la palabra: candidato viene de candidus, que significaba blanco, puro, impecable… Claro que no se refería a la pureza moral del candidato, sino al color de la toga que llevaban los que se presentaban a cargos públicos.

4. Ministro

¿Y qué pasa cuando uno de esos puros candidatos llega a ministro? Según su origen latino, minister, se convierten en sirvientes. ¿Cómo hemos llegado de un lado a otro? En los siglos IV y V d. de C., los emperadores romanos eran casi monarcas absolutos, y formaban su equipo de gobierno entre criados y servidores de confianza. Ahora podríamos entender que los ministros son servidores del pueblo, pero ay, la realidad.

5. Pucherazo

Y, ya que estamos, hablemos del momento en el que los candidatos dejan de ser cándidos. ¿De dónde sale la expresión “pucherazo” para hablar de fraude electoral? Tenemos que ir hasta la época de la Restauración, cuando el turnismo pactado entre rey, conservadores y liberales necesitaba el apoyo de las Cortes. Había votaciones y, si el resultado no era el deseado, se recurría a las papeletas manipuladas que se habían preparado y guardado previamente un puchero. Por si acaso lo de la democracia no funcionaba. Se volcaba, se mezclaban papeletas fraudulentas con papeletas legítimas, se repetía el recuento y todos (los políticos) contentos.

6. Cursi

Hay un par de teorías sobre esta palabra con la que nos referimos al exceso de azúcar y corazones y al uso no moderado del color rosa. Según el Breve Diccionario Etimológico de Corominas, aparece primero en Andalucía, por lo que se cree que debió de tomarse del árabe marroquí kúrsi (figurón, personaje importante). Pero hay otra teoría mucho más divertida (y nada probada): según parece, en Cádiz en el siglo XIX vivía una familia francesa de formas afectadas llamada Sicur (inmortalizada por Francisco Javier de Burgos en un sainete lírico). Se dice que los gaditanos se reían de ellos diciendo su apellido al revés para que no se enterasen, y de ahí salió la palabra cursi para referirse al mal gusto kitsch edulcorado.

7. Flamenco

Una de esas palabras tan españolas, tan españolas, que viene de los holandeses. Claro que hubo un tiempo en el que España llegaba hasta allí, así que no es tan raro. Flamenco viene de “flaming”, natural de Flandes. Esta es la teoría más extendida, lo que no está tan claro es cómo se pasó de ahí al tipo de música y danza. Corominas dice que en España llamábamos así a las personas de tez encarnada (como era la gente de Flandes), pasamos a usar la palabra también para las mujeres de piel sonrosada, derivó en “gallardo, de buena presencia”, y en un giro algo extraño llegamos a “de aspecto provocante, de aire agitanado”. Y de ahí a la música.

8. Guiri

¿Y los guiris de dónde salen, además de de Francia, Alemania, Reino Unido o cualquier otro país que dé gente rubia que usa sandalias con calcetines? La palabra viene del vasco y es en concreto un acortamiento de guiristino (adaptación de “cristino”). Estos guiristinos o cristinos eran los partidarios de María Cristina, regente y viuda de Fernando VII, en pleno enfrentamiento con los carlistas. En el País Vasco se defendía sobre todo a estos últimos, y se identificaba a los guiristinos como gente liberal, foránea y extranjera. ¿Llevarían ya cámara de fotos, mapa y poca protección solar?

9. Gabacho

Cuando esos guiris son franceses y, además, no nos caen muy bien, pasamos a denominarlos gabachos. Viene del occitano “gavach”, que significa “montañés grosero”, pero también “persona del norte que habla mal el lenguaje del país”. Y este significado, a su vez, viene de lo que era gavach originalmente: “bocio”. Parece que la enfermedad era endémica en las montañas occitanas, zona pobre cuyos habitantes venían a España a trabajar como chatarreros. Según el Diccionario de Autoridades de 1734 significa “soez, asqueroso, puerco y ruin”. Que ahora llamemos así a todos los franceses (desde el siglo XIX) deja claro que tenemos algunos problemas que solucionar con nuestros vecinos del norte.

10. Jamón

Otra palabra muy española que, en este caso, heredamos de los gabachos franceses. Jamón viene de “jambon” (a su vez de “jambe”, pierna), y lo utilizamos desde el siglo XVI. ¿No comíamos jamón antes? ¿Es el jamón un invento francés? No entres en pánico. Ya disfrutábamos de nuestra comida más famosa, pero la llamábamos pernil. Como, por otra parte, siguen haciendo los catalantes. Uf.

11. Juerga

Acabemos en buen tono, aunque quizá no nos guste. Juerga viene de “huelga”, en teoría por cómo pronuncian la palabra en algunas zonas de España (Andalucía, etc). Claro que aunque ahora utilicemos huelga solo para referirnos a dejar de trabajar para reivindicar algo, en realidad en origen significa (y todavía es la tercera acepción en el DRAE) “tiempo en que alguien está sin trabajar”. Puede ser por estar protestando o por estar corriéndose una buena juerga.

*Fuentes:
«Breve Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana», de Joan Corominas
«300 historias de palabras», ed. dirigida por Juan Gil
«Palabradicción», de Virgilio Orteg
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