Photo: Alessandro Biascioli/Shutterstock

Las 18 expresiones del español que mejor describen nuestras emociones

by Ana Bulnes 11 Sep 2015

1. Con el jesús en la boca.

La preocupación es uno de esos estados en los que más nos acordamos de la religión, momentos en los que hasta los más ateos deciden mentar a todo santo y profeta en el que sean capaces de pensar, aunque solo sea para curarse en salud. Andan con el jesús en la boca, nerviosos y preocupados, sin descanso.

2. Ojos que no ven, corazón que no siente.

Así son las cosas siempre y cuando no nos cuenten historias y dejemos volar libre la imaginación, en cuyo caso sentimos mucho más que si estuviésemos viendo que en realidad no pasa nada.

3. No hay peor ciego que el no quiere ver.

Con lo bien que estábamos, felices en la ignorancia, ¿de verdad tenemos que afrontar la realidad de la que nos han hecho ser conscientes de un plumazo? ¡Claro que no! Podemos optar por el bonito arte del autoengaño, seguir tranquilos como si no pasara nada.

4. Echar chispas.

Es el primer paso antes de la explosión, la señal de alerta que avisa a la gente que nos rodea de que es mejor mantenerse lejos o tratarnos con mucho cuidado. Es una pena que las chispas que echamos gracias al mal humor y enfado que se está gestando en nuestro interior no se vean de verdad. La explosión dejaría menos víctimas.

5. Poner el grito en el cielo.

En muchas de esas ocasiones en las que echamos chispas cualquier excusa nos sirve para poner el grito en el cielo, quejarnos, denunciar que es un escándalo, que todo es injusto, que para nada estamos exagerando, ¿de verdad quieres que me quede como si nada cuando la malvada cajera del supermercado me ha dicho “Buenos días” con una sonrisa que parecía falsa?

6. Me traen por la calle de la amargura.

Cercana a la calle Melancolía de Joaquín Sabina y lejos del tan deseado barrio de la Alegría, está la concurridísima calle de la Amargura por la que mucha gente desfila de forma involuntaria porque otras personas (los hijos que no hacen la cama y sacan malas notas, normalmente) se empeñan en llevarlos por ahí.

7. Estar hecho un flan.

Los flanes están deliciosos, pero parecen ser plenamente conscientes de qué les depara el destino y por eso no paran de temblar. ¿Cómo culparlos por estar nerviosos? Nosotros también estaríamos hechos un flan si supiésemos que estamos a punto de estar devorados.

8. Como unas castañuelas.

Hay instrumentos que pueden expresar cualquier cosa y después están los que tienen un rango de emociones mucho más limitado. Las castañuelas, por ejemplo, solo pueden expresar (¡y provocar!) alegría. En nuestros mejores momentos vamos así por la vida, contentos como unas castañuelas. Si tuviésemos unas a mano, seguro que nos pondríamos a tocarlas.

9. Estar de un humor de perros.

Pobres perros fieles y alegres, seres a los que les basta que su amo vuelva de un largo viaje de 5 minutos para sentir la felicidad más absoluta. Pobres porque estar de un humor de perros no hace referencia a ese momento, sino al mucho menos frecuente en el que están enfadados, gruñen y morderán a cualquiera que se cruce en su camino.

10. Estar hasta las narices.

Aquí hay muchas variaciones en las que las narices se sustituyen por órganos sexuales y otros elementos del aparato reproductor, pero el significado es siempre el mismo: estamos hartos. Hartísimos.

11. Aburrirse como una ostra.

Otro animalito incomprendido al que juzgamos sin molestarnos en conocer. ¿Por qué damos por hecho que las ostras se aburren? Seguro que tienen una vida interior mucho más rica que la nuestra y no necesitan estar todo el rato recibiendo estímulos externos (que también los reciben) o haciendo algo para no aburrirse.

12. Un flechazo.

Vamos tranquilos por la calle y de pronto nos cruzamos con alguien que hace que nuestro corazón empiece a latir más rápido, que nos casi obliga a darnos la vuelta y seguirle los pasos, con quien empezamos a imaginarnos de viejecitos tras una larga vida juntos… ¡y es alguien a quien no habíamos visto nunca! Todos sabemos qué ha pasado: Cupido andaba por ahí, aburrido como una ostra, y decidió divertirse un rato lanzando una flecha directa a tu corazón.

13. Como niño con zapatos nuevos.

¿Recuerdas aquella sensación cuando eras pequeño y te compraban unos zapatos nuevos? Quizá ni siquiera tengas que hacer trabajar a tu memoria y esa ilusión siga volviendo a ti cada vez que sales a la calle con unos zapatos relucientes. O cada vez que hay una novedad material o espiritual en tu vida que te hace salir a la calle con una sonrisa en la cara.

14. Ponerse como un tomate.

Estabas tranquilo hasta que alguien hizo referencia al color repentino que parecía haber tomado tu cara. Y estás seguro de que no te habías sonrojado hasta que tu gracioso interlocutor te hizo notar que te estabas poniendo como un tomate.

15. Quedarse de piedra.

Inmóviles, paralizados, sin saber qué hacer o qué decir, cualquiera podría confundirnos con una estatua cuando nos quedamos de piedra. ¿De verdad hizo eso que me estás contando? ¿De verdad estoy viendo lo que creo que estoy viendo? No sabemos cómo reaccionar ante lo inesperado y deseamos convertirnos en piedra.

16. Estar como una moto.

Las motos se mueven rápido, como nosotros cuando estamos muy excitados o nerviosos, cuando hemos tomado mucho café, cuando no somos capaces de estar quietos.

17. Estar mosqueado.

La mosca detrás de la oreja nos mosquea. Sabemos que algo no va bien, no acabamos de entender qué es lo que pasa, sospechamos, entrecerramos los ojos y nos enfadamos ligeramente. No del todo, porque sabemos que no es para tanto y porque no tenemos muy claro si tenemos derecho a enfadarnos. Sospechamos que sí, pero todavía no echamos chispas.

18. Ponerse como una fiera.

Aquí sí. Las chispas ya han sido transformadas en explosión y nosotros, como si fuésemos hombres (o mujeres) lobo en noche de luna llena, nos hemos transformado en un animal peligroso que enseña los colmillos y al que es mejor no acercarse. Espera a que amanezca para intentar una interacción. No está el horno para bollos.