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8 lecciones de vida que aprendes jugando en tu infancia en Venezuela

Venezuela
by Mayela Schwartz 20 Nov 2015

1. A ser creativos con pocos recursos con los papagayos o cometas.

Los elementos que se requieren para hacer una cometa son pocos: listones de madera liviana, papel, una cuerda (larga) hecha de pedazos de tela o pabilo para poder volarlo. Cuando uno no tiene ni siquiera eso… todavía hay opciones: se pueden utilizar bolsas pláticas en vez de papel y hacer la cola de pedazos de camisas viejas. Pura creatividad para un buen rato de diversión y llevar el papagayo a lo más alto.

2. A arriesgar lo que uno tiene y a medir la fuerza jugando con las metras o pichas.

Son bolitas de vidrio transparentes o con diversos colores, que se hacen rodar sobre el suelo para chocarlas unas con otras. Suele jugarse en una superficie de tierra, con o sin obstáculos. Aunque existen infinidad de variantes para este juego, lo que sucede es que Ee jugador que gana toma metras del jugador o los jugadores contrarios. Recuerdo que mi padre siempre me contaba cómo aprendió a medir sus fuerzas jugando a este juego. ¡Qué tristeza que da cuando uno pierde! Pero por otro lado… el que no arriesga, no gana tampoco, ¿no?

3. A caminar mareados con La gallinita ciega.

Al jugar, se escoge a un participante que será “la Gallinita”, y a esta se le tapan los ojos y se le dan vueltas sobre sí misma cantando la siguiente canción: “Gallinita ciega que se te ha perdido una aguja y un dedal, date la vuelta y lo encontrarás’. Una vez terminada la canción, La Gallinita tendrá que encontrar a los demás. Entre lo mareada que una termina al ser la Gallinita y la imposibilidad de ver… este juego es un entrenamiento útil para cuando uno regresa a casa después de una noche de tragos con los panas.

4. Que la práctica hace al maestro con la Perinola.

Es un juguete tradicional que aún tiene presencia y que consta de dos partes. Una superior o cabeza con un orificio y una inferior o base que se usa de mango, en la que debe encajar la primera. En sus inicios eran de madera tallada, pero actualmente también se encuentran de plástico. Lo cierto es que requiere MUCHA práctica: es una de esas cosas que es imposible hacer bien en el primer intento: hay que coordinar el movimiento y la velocidad. Este juego enseña que ser perseverante también puede ser divertido.

5. Sobre las leyes de la física con el trompo y el Yo-Yo.

El trompo es un juguete muy antiguo, antecesor de los Beyblades actuales. El Yo-Yo (mi preferido) también tiene historia: en sus inicios se hacían de madera pero actualmente hay diferentes versiones en latón y unas más sofisticadas en plástico hasta con luces. Mis clases de física se hacían más fáciles cuando pensaba en los colores mezclándose cuando el trompo o el yo-yo giraba a gran velocidad. También me ayudó a entender ideas como la gravedad, la inercia y la acción y reacción.

6. Que existe gente tramposa jugando al palito mantequillero.

Un participante esconde un palito o varita y el resto debe buscarlo. El que sabe la ubicación, ofrece pistas a los participantes usando la palabra «caliente» cuando están cerca y «frío» cuando están lejos. Pero ojo, hay personas que no desean que obtengas lo que buscas, sino que tienen sus propias agendas (divertirse contigo dándote pistas falsas).

7. Sobre el mecanismo del deseo jugando al gato y al ratón.

La mayoría de los participantes forman un círculo, mientras que dos participantes cumplen los roles del nombre del juego: el gato y el ratón. El objetivo es fácil: el gato debe hacer lo posible por agarrar al ratón, mientras el resto de los jugadores ayudan al ratón e impiden al gato.
Con el gato y el ratón aprendí cómo funciona el deseo en términos relativamente sencillos: para alcanzar lo que quiero, tengo que pasar por obstáculos. Cuando lo alcanzo… pierdo el interés, y el juego vuelve a comenzar. Ahora, si no lo alcanzo y “pierdo”… la furia y la frustración se desatan.

8. Sobre las muchas maneras que hay de llegar al cielo con el “avión”, “avioncito” o “pisé”.

En otros países, como la Argentina, este juego se conoce como rayuela. Se dibuja una especie de avión en el piso y se colocan números en los cuadros. Cada jugador, en su turno, lanzará una piedrita e irá avanzando hasta llegar al final: el cielo. Al jugar recuerdo que me preocupaba pisar mal, porque perdería. Hoy, recuerdo las distintas maneras en que cada jugador entendía y jugaba el juego.