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11 maravillosas crónicas de viajes en español que probablemente no conozcas (aunque deberías)

by Germán Lerzo 15 Jun 2018

Poste restante (2001)

Una tarde de domingo, en un paseo por un mercado persa en Santiago de Chile, una mujer encuentra un álbum de fotos antiguas de una familia en vacaciones. Hay algunas palabras escritas en un idioma que desconoce, pero le resultan familiares, y un apellido que se parece al suyo: Rimski. Esa mujer que ha dado con el tesoro fotográfico se llama Cynthia Rimsky. La sutil diferencia en el apellido de los fotografiados y el de ella, la hacen sospechar que esas personas tal vez sean parte de su linaje, de sus antepasados que llegaron a Chile desde Ucrania a principio del siglo XX. Así comienza una investigación sobre su pasado familiar que es también un viaje a la tierra de sus orígenes. En esta narración cautivante acerca del pasado y la identidad propia, Poste restante combina varios géneros: diario personal y crónica de viaje.

El libro reúne las impresiones de una travesía que llevó a su autora de viaje por Israel, Chipre, Turquía, Rusia, Polonia, Ucrania y Yugoslavia, con el propósito de investigar el recorrido que, entre 1906 y 1920, hicieron sus abuelos maternos y paternos, una parte del pasado familiar que había permanecido oculto y silenciado por sus padres. Rimsky elabora su historia con relatos breves, cartas que le mandan sus amigos, crónicas, viñetas, recuerdos, anécdotas, postales de ciudades, mapas, dibujos, fotos, folletos turísticos y anotaciones personales. Nada se descarta en este viaje hacia el pasado que componen las páginas de Poste Restante. La voz que narra alterna entre la primera y la tercera persona como si estuviera contando una historia ajena, que no le pertenece, y la curiosidad se antepone a todo temor o arrepentimiento para experimentar la emoción del viajero cuando elige un camino que lo llevará a un lugar desconocido.

El globo de colores (1985)

El venezolano centenario Arturo Uslar Pietri (1905-2001) fue uno de los mejores amigos del colombiano centenario Arciniegas. Los dos fueron de ideas democráticas y liberales, los dos arribaron a Europa hacia la década de 1930 cuando en sus países había sombras de dictaduras, los dos volvieron con honores cuando las repúblicas restablecieron su ley, los dos volvieron a Europa y al Nuevo Mundo en años en los que pudieron ver con más distancia aquellos países que habían sido su rica enseñanza y su amargo exilio. Si en aquellos años escribían en Europa sobre sus patrias, en los viajes posteriores a Europa escribieron sobre Europa: ahora podían tomar mayor distancia, menos urgidos por el día a día y por el recuerdo tormentoso de patrias que temían ver naufragar del otro lado del Atlántico.

Esta distancia ganada en los años de posguerra, cuando el boom petrolero hizo crecer a Venezuela más rápido que a sus vecinos, permitió a Uslar Pietri ver al mundo desde el aire o el espacio exterior, como ‘un globo de colores’, según las imágenes que los avances de la astronáutica tornaron familiares. Un mundo azulado pero policromático, flotando como una esfera en el universo.

Las crónicas de escritores que son también grandes lectores, como Uslar Pietri, tienen la ventaja de que a la agudeza de la mirada, del ojo que se posa pero penetra y quiebra la superficie de las cosas, unen la síntesis de conocimientos variados y pertinentes. Son conocimientos que no salen a buscar para documentar la página, sino que, como eran previos, permiten que esa mirada sea tan rica. En París, en Londres, en Madrid, en las ciudades de la Europa Meridional y Septentrional, Uslar Pietri ve la realidad actual como emergiendo de las anteriores y proyectándose a las futuras.

Viajera crónica (2011) y De aquí para allá (2016)

En la Argentina de los últimos años se produjo un boom editorial de la crónica que despertó el interés de los lectores y de los medios de comunicación. Poco a poco, la crónica policial, de viajes o de investigación, volvió a ocupar un lugar destacado en los diarios, revistas y suplementos culturales. Así, la obra de escritoras como María Moreno, Josefina Licitra y Leila Guerriero adquirió una vital relevancia en la escena local. Junto a ese grupo, la escritora Hebe Uhart ocupa un lugar destacado.

Para Hebe, el arte del buen cronista supone el dominio de estas dos destrezas: “para escribir hay que saber mirar y saber escuchar cómo habla la gente”. Por eso Uhart es una narradora atenta a las sutiles modulaciones del lenguaje hablado pero también una viajera frecuente, que ha hecho de la escucha y de la observación un procedimiento central en sus crónicas de viajes.

Cuando llega al pueblo de Tapalqué, por ejemplo, descubre la manía de su gente de hablar con refranes. Se pone a conversar con la primera mujer que se cruza y en un momento ésta le dice:

“Yo soy una señora de mi casa. Yo, de mi casa al trabajo y del trabajo a mi casa”. Por decir algo, consternada, le pregunté: “Y, ¿dónde trabaja, señora?”. “En mi casa”, me dijo sonriente.

O esa otra mujer mayor que le dice a un gaucho viejo en la estación de micros de Minas, Uruguay: A mí antes me gustaba bailar, yo sabía bailar muy bien, era una alegría era… Y ahora no le salto ni un charco.

Ese tipo de escenas ocupan su universo narrativo, y las historias que se pueden construir a partir de ellas son la clave de las crónicas y relatos que integran los libros Del cielo a casa (2003); Viajera crónica (2011) y De aquí para allá (2016). En Viajera crónica reúne sus textos publicados en un diario de Uruguay: crónicas sobre sus viajes a los pueblos y ciudades argentinas, incluida la Patagonia, además de las crónicas por Uruguay, Perú, Brasil, Paraguay, Cuba, Chile e Italia. En esta última, cuando viaja a Roma para visitar el Coliseo, describe esta escena desopilante que transcribimos aquí:

«La poca historia que sé [del Coliseo] me la olvido y me pongo a mirar detalles absurdos, por ejemplo, dos malandras disfrazados de legionarios o tribunos que cobran para que los turistas se fotografíen con ellos; no caminan como legionarios, caminan como miserables; uno de ellos no lleva el calzado correspondiente, lleva unas sandalias actuales con medias de tres cuartos».

Falsa calma, un recorrido por los pueblos fantasma de la Patagonia (2005)

No hay dudas de que la Patagonia argentina, hace más de un siglo, despertó una atracción casi magnética para colonos ingleses, viajeros holandeses y exploradores de todas las latitudes. Esa misma curiosidad que los llevó a descubrir sus paisajes con montañas y llanuras, ríos y lagos escondidos y otros no tanto, sigue convocando en la actualidad a turistas extranjeros y a viajeros locales. Esas grandes extensiones de tierra que los fuertes vientos moldean a su antojo, hoy propiedad de empresarios extranjeros, políticos locales y toda clase de estancieros, se pueden recorrer en auto durante horas sin cruzarse con nada, o mejor dicho, casi nada. Porque algo quedó. Y eso que quedó son pueblos fantasma que no tuvieron la misma suerte que aquellos otros que visita el turismo mundial, y que la escritora y cronista argentina, nacida en la patagónica Trelew, María Sonia Cristoff, se ocupó de documentar, visitar y describir en Falsa Calma.

En esas aldeas remotas, alejadas de las grandes ciudades, la cronista encuentra el testimonio de los habitantes que resisten al abandono y el deterioro que provoca el paso del tiempo, que es lo único que pasa por ahí. Así las crónicas de Cristoff se pueblan de rostros, historias y personajes, como Francisco, un mecánico de Cañadón Seco obsesionado con los aviones; o el comisario de El Cuy, José María Torino, quien debía resolver unos crímenes ocurridos en otro pueblo cercano y terminó él mismo preso, o el pequeño Maruchito, un niño mártir que hace milagros en la meseta patagónica. Con un estilo personal y una prosa que no descarta sus pequeñas dosis de humor, María Sonia Cristoff realiza un viaje literario a aquellos pueblos habitados por gente que vive con la sensación de estar “olvidada por la mano de Dios”, excluida de toda política estatal. Postales muy diferentes a la de la Patagonia casi mística que se vende por estos días.