1. Arepa no hay solo una y te volverás loco intentando saber cómo son las de verdad: la gente del lugar siempre defenderá la suya como la mejor y más auténtica sobre la faz de la Tierra. Llevarles la contraria puede hacer que te quedes sin un amigo.

 

2. Tras probar el ceviche en lugares como el JW Sushi Ceviche Lounge en Lima, el sushi dejará de ser el rey de las formas de comer pescado crudo. ¿Qué dirán tus amigos al verte suspirar cada vez que vais a restaurantes japoneses clásicos?

3. ¿Qué decir del sancocho, esa sopa de carne, tubérculos y verduras que te llena de energía? Desearás tener una abuela colombiana… y a ver cómo se lo explicas a tu abuelita de siempre.

 

4. El dulce de leche argentino te atraerá y tentará de forma irresistible. Después de probarlo, no vas a querer comer otro postre que no sea dulce de leche directamente con la cuchara. ¡Y del frasco!

 

5. ¿Que tienes sed? No te fíes de los mexicanos que te ofrecen un mezcal. Lo probarás para no quedar mal, pero descubrirás que te gusta y nadie entenderá tu búsqueda de gusanos rojos cuando vuelvas a casa.

 

6. ¿Tomar un delicioso y contundente brunch en lugares como el Xanat Bistro del JW Marriott Mexico City en la zona de Polanco en Ciudad de México?

La comida es tan deliciosa y auténtica que no vas a querer probar ningún otro restaurante. Y ¿quién quiere ser víctima de semejante dependencia?

 

7. Jugosos chontaduros, hormigas culonas, chapulines picantes, caracoles en su jugo, grillos crujientes… Después de comer semejantes delicatessen a ver cómo haces para volver al cereal seco de la mañana. ¡Mejor vivir sin probar comidas gourmet!

 

8. ¿“Comida fusión”? ¡Eso suena a nuclear!

 

Restaurantes como el Tamarine del JW Marriott Bogotá, con su mística fusión de cocina asiática podrían confundirte y hacer que creas que estás en otro continente. ¡O en otro planeta!

9. Por no hablar de los puestos callejeros peruanos. Las “mamás” te preparan un tecito de sábila que te sirve igual para el hígado, la próstata, el cansancio, la anemia o la resaca… ¿te vas a fiar de esa medicina ancestral? No, mejor buscar un lugar de hamburguesas…

 

10. ¡Todo se puede freír en la cocina colombiana! Empanada, arepehuevo, pollito broster, chorizo santanderano, papita aborrajada… querrás repetir las recetas al volver a casa, te dejarás el sueldo en aceite y nunca te quedará tan rico. Mejor vivir sin haber probado a qué sabe el paraíso.

 

11. Si la época navideña te pilla por Panamá y la celebras comando un tamal en restaurantes como el Tamarindo Restaurant del JW Marriott Panama Golf & Beach Resort, volverás queriendo que todas tus Navidades sean así… ¡a ver cómo convences a tu familia de cambiar de plato típico!

 

12. Disfrutarás de ese buen asado de tira argentina con papas fritas aderezado con vino, sí, pero ¿estás seguro de que quieres descubrir a qué sabe la carne de verdad? Te pasarás la vida queriendo repetir la experiencia y tendrás solo dos salidas: mudarte a Argentina o hacerte vegetariano.

13. El cilantro será el rey de las especias por excelencia, pero hace falta acostumbrarse a su sabor y tú no tienes tiempo para eso. Además, ¿y si te gusta y acabas echándoselo a todas tus comidas? Mejor no arriesgarse a probarlo…

 

14. Comerte la causa limeña te parece poco respetuoso. Aunque sea un pastel de papa amarilla, atún (o pollo) y ají, que toma su nombre de la palabra “Kausay”: “aquello que alimenta”, en quechua, seguirás sintiendo siempre que estás dejando a la capital de Perú sin razón de ser.

 

15. Y el mayor peligro: los mercados de frutas. Entrar en uno equivale a volverse loco: ¡con tantas frutas de formas, sabores, colores y perfumes diferentes corres el riesgo de no poder salir nunca más de allí!