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12 frases que solo los españoles entendemos

by Ana Bulnes 17 Nov 2014
Se me ha ido el santo al cielo.

¿Qué santo? ¿Y no debería estar ya en el cielo, de todas formas? En realidad, no. El santo está siempre con nosotros y “se nos va al cielo” cuando se nos olvida algo que teníamos que hacer o que estábamos a punto de decir. “¿Qué estabas diciendo?” “Ay, no sé… ¡se me ha ido el santo al cielo!”. Se dice que la frase fue pronunciada por primera vez por un cura que estaba hablando sobre un santo en plena misa y, de pronto, olvidó qué iba a decir sobre él. Se le había ido el santo al cielo.

 

Llevarse a alguien al huerto.

Si convences a alguien de que haga algo (normalmente acostarse contigo), te has llevado esa persona al huerto. La expresión tiene su origen en La Celestina, una de las obras más importantes de la literatura medieval española. En la historia, la Celestina, una vieja alcahueta, convence a la protagonista femenina, Melibea, para que se encuentre en un huerto a medianoche con Calixto, su futuro amante. No daremos más detalles…

 

Irse por los cerros de Úbeda.

Algo que los políticos hacen muy bien. Alguien se va por los cerros de Úbeda cuando empieza a divagar al hablar, saliéndose del tema por completo. Por supuesto, puede ser algo involuntario o totalmente deliberado para evitar contestar a una pregunta que te acaban de hacer.

¿El origen? En el siglo XII, el rey Fernando III estaba a punto de atacar la ciudad jienense de Úbeda, y uno de sus capitanes desapareció justo antes de que empezase la batalla. Volvió cuando la ciudad ya había sido conquistada y, cuando le preguntaron dónde había estado, aseguró que se había perdido por los cerros de Úbeda. Ya, claro, pensaron todos.

 

Hacerse el sueco.

¿Hacerse el sueco? No es algo fácil de fingir siendo español, ¿cómo lo hacemos? Muy sencillo: fingiendo no darnos cuenta de que algún mensaje está dirigido a nosotros, desentendiéndonos de las cosas como si, efectivamente, fuésemos suecos y no entendiésemos nada. Pero que los suecos no se ofendan, ya que la expresión es el simple resultado de una evolución incorrecta de la lengua. Ese “sueco” viene de “soccus”, un tipo de zueco que solían llevar los humoristas romanos que hacía que caminasen de forma tosca y torpe. La expresión quiere decir en realidad “hacerse el torpe”, ¡nada que ver con Suecia!

 

Ponerse las botas.

¿Botas nuevas? ¿Llega el invierno? ¡No! Los españoles nos ponemos las botas cuando comemos mucho (mucho a nivel boda o comida navideña). La razón se remonta a los orígenes de las propias botas, que al principio eran muy caras (¡grandes y de cuero!), y que solo se podían permitir los caballeros con posibles. Esos que también se podían permitir darse grandes atracones sin sufrir por su cuenta bancaria (o el equivalente de la época).

 

Coser y cantar.

El paso del tiempo hace que algunas expresiones se vuelvan contradictorias, y este es un ejemplo perfecto. ¿A cuánta gente le resulta fácil coser hoy en día? Posiblemente no a tanta como hace unas décadas o siglos… Pero nos da igual y seguimos diciendo que algo es “coser y cantar” cuando queremos decir que va a ser muy, muy fácil. Esperemos simplemente que nadie intente comprobar cómo de fácil haciéndonos coser y cantar de verdad.

 

Llevarse el gato al agua.

Esta expresión tiene una lógica aplastante. Imagínate intentando hacer precisamente, meter un gato en el agua. No es fácil, ¿verdad? Te llevas el gato al agua cuando consigues hacer algo difícil, normalmente ganar una discusión o convencer a otras pesonas de hacer las cosas como tú quieres.

 

No dar un palo al agua.

Ponte en situación. Tienes 15 años, llevas varias horas metido en tu habitación jugando a la consola y de pronto entra tu madre hecha una furia. “¡Levántate y ordena! ¡O estudia! ¡Es que no das ni un palo al agua!”. Tu madre te está llamando vago en lenguaje marinero, que es de donde viene la expresión. El palo en este caso es el remo, y alguien que no da o no pega ni un palo al agua es alguien que no colabora, un vago que no es capaz ni de remar un rato con sus compañeros.

 

Estar hecho un Cristo.

La religión da para muchas expresiones en España, y esta es posiblemente de las más usadas. El significado es bastante directo también. Todos sabemos que Cristo (Jesús de Nazaret) no acabó sus días en la Tierra en demasiado buen estado: látigos, piedras, cargar con la cruz… Alguien o algo está hecho un Cristo cuando está, simplemente, hecho un desastre. Siguiendo con las madres de la expresión anterior, aquí es cuando finalmente decides salir de casa y te para en la puerta. “¿Cómo vas a salir así? ¡Vas hecho un Cristo!”. Aplicable también a tu habitación, que está hecha un Cristo.

 

Pintar la mona.

No confundir con “dormir la mona” (dormir la borrachera), porque esta no tiene nada que ver con el alcohol. Las personas que no dan un palo al agua suelen también pintar la mona bastante, que significa no hacer nada, estorbar o estar fuera de lugar. Si, por ejemplo, en el trabajo no tienes mucho que hacer, dirías que te pasas el día pintando la mona. Pasando el tiempo aburrido y de forma inútil.

El origen de esta expresión no está muy claro, pero se relaciona con un juego de cartas en el que se esconde una, la “mona”, para que al final quede un jugador con una sola carta en la mano, la que hace pareja con la que quedó fuera. Ser impar, sobrar, ser inútil…

 

Tener mucho morro.

Esto lo decimos muchísimo, así que es importante entender qué te están diciendo si te echan en cara que tienes mucho morro (o tienes “un morro que te lo pisas”). Y no, no tiene nada que ver con tus características físicas, sino más bien con que eres un sinvergüenza, que no tienes en cuenta al resto al hacer las cosas. ¿Un ejemplo? “Qué morro tiene, siempre finge encontrarse mal para que le cedan el asiento en el autobús”. Origen desconocido.

 

Colgar el sambenito.

Aunque los sambenitos nacieron como unos sacos, previamente bendecidos, que se colocaban los primeros cristianos a modo de túnica, similar a la que llevarían siglos después los monjes benedictinos (de ahí lo de “San Benito”), acabaron siendo durante la Edad Media la túnica de la infamia, algo que la Inquisición obligaba llevar a los herejes. También se llamaba sambenito a los letreros que se colgaban en las iglesias con el nombre y castigo de los condenados, una especie de humillación pública.

El significado se ha mantenido: decimos que a alguien le han colgado el sambenito de algo cuando es acusado de algo que, en el significado actual, no ha hecho y, sobre todo, con el descrédito que eso provoca. “Le colgaron el sambenito de pesado y ya nadie quiere viajar con él”.