En la primaria te llevaron a visitar más de una vez la casa natal de Morelos.
La primera vez que comiste un gazpacho pensaste ¿fruta con queso? ¡Qué asco! Después de la primera cucharada no pudiste parar.
Has comido una quesadilla del mercado de San Juan o no eres moreliano. Repito: o NO eres moreliano.
Si alimentaste a las palomas en la plaza que está en Catedral, seguramente sabes el terror que dan más de sesenta palomas persiguiéndote en busca de comida.
Te has tomado la típica foto en el parque 150 con todos tus amigos aventándose juntos de la resbaladilla.
Conoces o has escuchado sobre el Semillas, Toña la loca, o Carmelo, sí el que vende carnitas.
Más de una vez una “viejita” ha puesto media nalga encima de ti porque el asiento en el transporte público es muy pequeño.
El Festival Internacional de Cine de Morelia es uno de los puntos de reunión para ti y tus amigos que juegan a ser paparazzis.
Has caminado desde las Tarascas hasta la plaza del Caballito con tus amigos para ir a jugar futbolitos, subirte al barril, al dragón y comer unas ricas cañas, cocos o cacahuates en las festividades del 12 de diciembre.
Si te formaste por horas afuera del estadio Morelos solo fue por dos cosas: o esperabas a que la fila avanzara para comprar tus boletos para el partido Monarcas contra América, o tenías la ilusión de encontrarte a uno de los jugadores saliendo del entrenamiento.
Sabes que los cafés y restaurantes de las Rosas son la mejor opción para pasar una tarde noche agradable.
Sabes que, después de las 2 pm, Tesorería y el bosque Cuauhtémoc son los reinos del amor…
Seguro conoces el bar de la Condesa, el Rincón de los Sentidos o el Café del Olmo.
Has recorrido la ciudad de noche, en bici.
En un sábado familiar has visto el show de los payasos en la plaza Benito Juárez.
Sabes dónde están las tortas Imperial, las del Mago, las quesadillas de Doña Agustina y las paleterías la Michoacana.
Y no importa cuántas veces vayas al zoológico… tú siempre irás a la casa encantada, con la misma emoción que tenías desde niño.