En Tailandia se llama casa de los espíritus o San Phra Phum a la pequeña construcción que casi todo edificio tiene ubicada a la entrada. Un mundo lleno de códigos y ofrendas que es más fácil de entender de lo que parece.

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Esta suerte de templo diminuto sirve para dar cobijo a los espíritus que habitaban esa determinada parcela de terreno antes que sus humanos. Que no te parezca extraño, en el mismo Bangkok encontrarás un sin fin de ejemplos de esta arquitectura a pequeña escala.

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Para empezar, el tamaño de cada casa de los espíritus y el de su altar está condicionado por el de la finca y el del edificio que en ella se ha levantado. Así, a mayor dimensión del inmueble en cuestión, mayor tendrá que ser su San Phra Phum.

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El principal inquilino o espíritu habitante de un San Phra Phum puede tener distintas formas pero siempre está colocado bajo techo, normalmente apoyado contra la pared del mini-edificio. No pocas veces está representado como una entrañable pareja de abuelitos que descansa cómodamente sentada.

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Otras sin embargo, el espíritu no tiene forma humana. Su cuerpo puede ser el de una deidad oriental y, como esta, poseer múltiples brazos para portar objetos. Cada uno de estos objetos simboliza un atributo concreto del espíritu en cuestión.

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Más aún, puede ocurrir que la representación del espíritu se parezca mucho a un dios de alguna religión que nada tenga que ver con el budismo. He aquí un claro ejemplo: una casa de los espíritus presidida por Ghanesa –importante dios del panteón hinduista– o, si no es Ghanesa, desde luego que se le parece mucho.

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Pero con independencia de su forma, el espíritu de un San Phra Phum nunca se encontrará solo. En su pequeño palacio debe contar con todos y cada uno de los elementos que le serían útiles en vida. En primer lugar tiene sirvientes, tantos como sea posible.

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Y para alegrarle el corazón y divertirle, tienen bailarines y comediantes.

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Para cuando necesite deslazarse de un lugar a otro, cuenta con elefantes y caballos.

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Incluso coches o motos puede tener el espíritu en cuestión, supongo que por si acaso se escapan los elefantes y caballos.

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Ya tenemos al espíritu y a los habitantes de su diminuta morada. Ahora, cualquier casa los espíritus a cuyo dueño no se quiera cabrear debe recibir al menos una ofrenda diaria. Cuantas más ofrendas reciba el espíritu más contento estará y, por tanto, mejor se portará con los habitantes humanos de la parcela.

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Tres ofrendas nunca suelen faltar en una San Phra Phum. La primera de ellas es el incienso que, cuanta mayor calidad tenga, mejor.

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La segunda es la vela o las velas, en definitiva, la LUZ. Esta puede descansar sencillamente sobre el altar o estar posada en un candelabro. A veces se coloca dentro de una pequeña hornacina para que pueda permanecer encendida por la noche.

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La tercera son las flores. Cuantas más flores y más coloridas mejor. No solo son hermosas y alegran la casa de los espíritus, además se dice que atraen la felicidad.

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No obstante, en la casa de los espíritus cualquier ofrenda es bienvenida. Es muy normal encontrarse con comida y, especialmente, con bebida. No te parezca raro ver refrescos abiertos, con pajita y todo, listos para tomar.

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Igualmente las oraciones son bienvenidas en un San Phra Phum pero, a diferencia de en los templos grandes, para acercarse a ellos no es necesario descalzarse.

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Los tailandeses, tan devotos como supersticiosos, se cuidan muy mucho de no hacer enfadar ni a sus espíritus ni a los de sus vecinos. De ahí que siempre que surge la oportunidad les agasajen con todo tipo de cuidados. Si por un casual a la entrada de una casa no hay lugar para construir una casa de los espíritus en condiciones se pone en el techo o se le hace un pequeño altar. Pero el espíritu sin su sitio no se puede quedar. Vamos, ¡faltaría más!

 

*Todas las imágenes pertenecen a la autora del artículo.