1. Te desconcierta que cualquier desconocido te llama amigo.
Y no puedes evitar contestar con una mirada de confusión preguntándote a ti mismo “¿Amigo de quién chingados? ¿Y estos igualados?” Dos meses después, vas a tu tierra de visita y en los tacos te sorprendes a ti mismo pidiendo tres de asada “con todo, amigo”. Y el taquero te voltea a ver con cara de qué te fumaste. Se llama karma.