Ingrediente clave de la dieta isleña, el gofio es la versión tradicional (y sana) del Cola Cao y es simple harina de maíz tostada. El gofio puede usarse para espesar los caldos, cazuelas y caldos o como acompañamiento del potaje (mezclando aparte un poquito de gofio con caldo del potaje). También es común en forma de pan (pelota o pella de gofio) y como postre (helado de gofio, gofio amasado con miel y frutos secos…). A mí me gusta mezclado con yogur y plátano, ¡desayuno de campeones!
En Canarias hay más variedades de quesos que turistas enrojecidos. Cada isla, cada municipio, cada pueblo y cada vecino tiene su propia versión. Hay tres razas de cabra, dos de oveja y una de vaca (todas autóctonas) que generosamente contribuyen a la elaboración de los más deliciosos quesos del Atlántico. Si me pongo a enumerarlos voy a tener que ponerme un babero, así que lo dejo en tres maravillas: el queso herreño (de la isla de El Hierro), el queso tierno de San Mateo (Gran Canaria) y el majorero semicurado (Fuerteventura). Y el queso ahumado. Y el queso frito. Bueno, ya me callo.
La ropa vieja canaria, plato reconfortante donde los haya, deriva de la cocina sefardí y es distinta de la cubana o venezolana, ya que siempre contiene carne, normalmente de vaca o ternera, garbanzos y papas – tradicionalmente los restos del cocido o puchero. En verano no es el plato más recomendable pero cuando las temperaturas bajan hasta los 16° (buf, qué pelete), ¡una ropita vieja sabe a gloria!
Los potajes canarios son como un abrazo fuerte. Cada isla y cada pueblo tienen su propia receta y saben aún mejor cuando se acompañan de un poco de gofio o un trozo de queso. En el potaje todo vale – calabaza, berros, lentejas, arvejas (guisantes), papas, batata, garbanzos… Cualquiera que sea la combinación, el potaje siempre nos llena el cuerpo de alegría.
Con el sancocho matamos varios pájaros gastronómicos de un tiro – el cherne (un pescado blanco simpatiquísimo, similar al mero) es la opción más común y viene acompañado de papas sancochadas (o cocidas), batata y pella de gofio. Comer cherne en cualquier pueblo de pescadores de las islas es un deber.
No es recomendable para aquellos que prefieran lo salado a lo dulce – con una cucharada de bienmesabe tendrás sufiente azúcar por un mes. Se trata de un postre a base almendras, de origen árabe, que suele acompañar al helado o al flan, pero también se puede comer solo a cucharadas, si se es valiente. A algún genio se le ocurrió la idea de crear helado de bienmesabe, aunque no es fácil de encontrar. Muy, pero que muy recomendable.
Pequeñito, aromático y con motas marrones, el plátano de Canarias es fácilmente reconocible y se le echa enormemente de menos cuando se vive lejos. Se produce en seis de las siete islas y es parte indiscutible de la dieta canaria. A lo mejor no suena apetecible, pero si pudiera escoger una merienda para llevarme a todas partes, sería el maravilloso bocata de plátano… Pan crujiente, plátano escachado y el paraíso está servido.
La malvasía blanca de Lanzarote es una luchadora – solo hay que echarle un vistazo al paisaje de La Geria para darse cuenta de que no debe de ser fácil sacarle partido al suelo de lava, el viento y la falta de lluvia. ¿El resultado? Una estupenda gama de vinos para saborear, preferiblemente, en una terracita con vistas al mar, comiendo unos chochos (o altramuces).
Las dos pertenecen a la misma compañía cervecera pero aún mantienen una tierna rivalidad regional. La Tropi es de Gran Canaria y la Dorada de Tenerife y las dos cumplen perfectamente con su cometido: grado ideal de alcohol, botella siempre helada y frescor burbujeante bienvenido en la garganta. Una Tropi en la playa (yo me decanto por la zona este del archipiélago) es estar en casa. 