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10 emociones que experimenta un mexicano después de mudarse a otro país

by Montse Aguilar 31 Aug 2016

 

1. Frustración por no poder pagar en pesos.

Los grandes ahorros que hiciste por años en México no valen nada cuando cambias de moneda. Cada vez que compras algo multiplicas tus gastos por veinticinco, veinte, diez… lo que sea, el caso es que siempre multiplicas, y te vas de espaldas sólo con hacer el súper de la semana. Ahora tienes una razón más para entender por qué a los extranjeros les encanta irse de vacaciones a nuestro país.

 

2. Nostalgia por familia y amigos.

Aunque tengas treinta años o más, siempre vas a ser el bebé de mamá. ¡Así es como funciona en México! Alejarte de casa te aleja de muchas otras cosas, como de la comida rica y recién hecha esperándote al regresar de la chamba o de la ropa lavada y planchada sobre tu cama. Ya no tienes casas a la redonda donde caer para echar la flojera el domingo y jugar Nintendo con tus cuates como método de procrastinación. En tu nueva realidad, llegar a casa es saltar la ropa sucia del piso y buscar algún plato limpio para comer ese atún enlatado que has evitado comer por meses.

 

3. El vacío de la improductividad.

A pesar de que los mexicanos tenemos fama de dejar para mañana lo que podemos hacer hoy, esto se pone verdaderamente a prueba al mudarnos a otro país. Los primeros días siempre son de trámites, búsquedas, confusiones y adaptación. Después de un mes en el que no has podido alcanzar ni la más mínima rutina, empieza a darte lo mismo si te paras a las nueve o a las once. Es como estar de vacaciones… pero con ese horrible sentimiento de que deberías estar haciendo algo con tu tiempo.

 

4. Desesperación por falta de trabajo.

Después de aplicar a varios trabajos, y cuando digo varios es como si hubieras usado Tinder en versión laboral, y no recibir ninguna respuesta, comienzas a estresarte y pensar en alternativas para poder sobrevivir mientras algo sale. No importa con cuánta experiencia salgas de México, pocos tienen la suerte de encontrar una chamba que esté relacionada con su carrera de forma rápida. Ver cómo tu cuenta bancaria se va quedando sin números es algo que tampoco ayuda.   

 

5. Satisfacción al irte integrando a tu nuevo entorno. 

Parte de tu tiempo lo inviertes, además de dormir, en conocer amigos de amigos o salir a bares a hacer networking. Así comienzas a conocer gente que te puede dar tips e incluso contactarte con alguien que te ayude en tu vacío ocupacional. Así es, no eres el único que ha pasado por esto y el destino va poniendo en tu camino personas piadosas que te ayudarán a hacer tu estancia un poco más soportable. ¿Será nuestro humor y buena onda lo que hace que rápidamente le caigamos bien a todos? Bueno… casi a todos.

 

6. Euforia al conocer paisanos.

No hay nada mejor que toparte con gente que habla tu mismo idioma y que entiende todos tus modismos y expresiones. También aplica para los demás latinos, aunque no hay nada como cotorrear con un mexa para practicar todo ese slang que tanto te ha costado dominar y brindar con un tequila derecho. Si tienes suerte, estos paisanos se convertirán en buenos amigos y probablemente en tu nueva familia.

 

7. Alivio por comenzar a entender tu nueva ciudad.

Ya no te pierdes en la calle y sabes qué línea del metro tomar para llegar a tu destino. Se siente tan bonito no irte para el otro lado. ¡Esto se agradece especialmente cuando se te terminan los datos o la batería del celular!

 

8. Aceptación del hecho de tener que cocinar.

Mientras más rápido te hagas a la idea, mejor. Primero para ahorrarte un dinerito, pero también para comer saludable. Ya estuvo bueno tanto Tesco, McDonald’s y Subway… los únicos que van a sufrir son tus pantalones. Probablemente decidas tragarte el orgullo y le llames a tu mamá para preguntarle cómo se hace el arroz, y si de plano no te sale, ya te las arreglarás con pasta y cosas congeladas mientras tanto.

 

9. Añoranza por los productos mexicanos.

Si sabes de algún conocido o amigo que va a viajar desde México, le escribes de inmediato para encargarle unas salsitas, una botella de mezcal o algún otro producto hecho en México. En el peor de los casos, puedes pagar una caja llena de provisiones. Tal vez puedas conseguir todos tus productos favoritos en tu nuevo país, pero sabes que están reservados para casos de emergencia por los ridículos precios que llegan a tener.

Cuando por fin te haces de una buena dotación de productos mexicanos no falta algún amigo que sugiere hacer una reunión mexicana (con tus productos). Tú sólo sonríes cínicamente, asintiendo con la cabeza. Por dentro sabes que esas tortillas y esos botes de Miguelito te los vas a chingar tú solito.

 

10. ¡Orgullo por haberla armado!

Porque después de unas semanas te das cuenta de lo independiente que te has vuelto. Aunque has pasado por momentos difíciles en los que no sabías que hacer, ahora sabes que haberte mudado fue la decisión correcta y una de las mejores experiencias de tu vida. Con los mismo huevos con que decidiste irte, ¡lucharás para hacer tu nueva vida, chingao!