Las mujeres mexicanas parecen adquirir automáticamente el repertorio completo de expresiones para reprimir a sus hijos en cuánto se convertían en madres. Todas conocen las mismas frases, todas las usan y todas saben aplicarlas en el momento indicado. Frases que les dan a las mamás toques proféticos como el típico “¡Bájate que te vas a caer!” y otras que te repitieron tantas veces que podías recitarlas a la par que ellas (claro que nunca te hubieras atrevido a eso) son de lo más comunes en los hogares mexicanos.
10 frases de mamá mexicana que juré nunca decirles a mis hijos (¡Y no cumplí!)
Yo —como tantas mujeres mexicanas— juré nunca utilizarlas. Pero más pronto cae un hablador que un cojo y casi sin darme cuenta, un día las escuché en mi propia voz. Claro que aquí valdría la pena señalar que dichas frases no tuvieron el efecto que solían tener. ¿Será que los chamacos de ahora se han vuelto inmunes?
Lo cierto es que al convertirme en madre, el repertorio llegó como por arte de magia, abriéndose camino entre mis recuerdos. Algunas las usé palabra a palabra, otras las modifiqué, y una vez en confianza, ¡hasta me atreví a inventar algunas propias!
1. “¡Por qué lo digo yo que soy tu madre!”
La voz de la madre implicaba respeto y ay de aquel que se atreviera a contradecirla. Hoy en día, este recurso se utiliza con mucho mayor mesura, porque nuestros hijos saben opinar y les damos la oportunidad de hacerlo.
2. “Cálmate o te doy razones para llorar”
Típica frase que salía a relucir cuando el chamaco lloraba por algo que la madre consideraba de poca importancia. Utilizar esta frase por lo general resulta en el intento desesperado por parte del niño por controlar el sollozo, cosa bastante complicada que por lo general distrae al niño el tiempo suficiente como para que olvide el motivo de su desgracia.
3. “¡Qué… ni qué ocho cuartos!”
Jamás entendí lo que significaba, pero sabía que era para poner punto final al argumento. Muchos años después supe que provenía de España, de un tiempo en que casi todos los alimentos se pagaban con una moneda llamada realillo y que equivalía a ocho cuartos de peseta. Cuando llegó la crisis y todo encareció, entre las frases de descontento de la gente alguien lanzó un sonoro, “Qué tres pesetas ni qué ocho cuartos”. La expresión se volvió tan popular que llegó a muchos países de habla hispana, donde muchas mamás se apropiaron de ella.
4. “¿Te mandas sola o qué?” o “¿Tú te piensas que estoy aquí pintada?”
La más popular cuando se daba por hecho que habría salida y aún no avisábamos en casa. Porque para todo teníamos que pedir permiso, no sólo para ir de fiesta. Se debía tener autorización para ir a casa de algún amigo, al parque, al cine y hasta para encender la televisión.
5. “Mientras vivas bajo mi techo…”
Básicamente la escuchábamos cuando había necesidad de reafirmar el status quo. ¿Qué mejor forma de hacernos entender que no teníamos voz ni voto? No hay muchas cosas que se puedan responder ante esto.
6. “¿Crees que esta casa es hotel para que llegues a la hora que quieras?”
No importaba si te habías pasado por cinco minutos de la hora de llegada, lo importante es que te habías pasado.
7. “Llegando a casa nos comemos ese pollito”
Esta frase nunca me la dijeron y jamás la usé, pero recuerdo que en mi niñez tenía unos vecinos a quienes su madre se las decía con bastante frecuencia. Yo no entendía por qué esa mujer los premiaba con un pollito cada que se portaban mal.
8. “Donde lo dejaste, ahí debe estar” o “Y si lo encuentro yo, ¿qué te hago?”
Está frase la modifiqué un poco y terminé usándola como “Y si lo encuentro yo ¿qué me das?”. Fue un total fracaso, porque mi hija respondió tranquilamente, “¡Las gracias!”
9. “En mis tiempos…”
Esta es una frase de las más recurridas y creo que no sólo por las madres. El caso es que llega un momento en la vida en que las añoranzas nos presionan tanto los labios, que sin darnos cuenta terminamos hablando de tiempos pasados en los que todo era mejor.
10. “Cuando tengas hijos me entenderás”
¿Y qué creen? ¡Así fue! Ahora comprendo tantas cosas que “en mis tiempos” no entendí.
Admito haber usado casi todas estas frases, aunque no logré imponer disciplina con ellas. Lo que si logré fue compartir momentos agradables, recordando las frases de la abuela. Tal vez fracasé como madre mexicana a la antigua y triunfé como la mejor madre del mundo. Porque eso dice mi hija qué soy… y no pienso contradecirla.