Yo no soy racista, pero. La lengua está llena de expresiones y palabras que apuntan en otra dirección. Hay dos clases: las expresiones cuyo origen sí es racista, pero que con el paso del tiempo se han normalizado y ya no sabemos de dónde vienen; y las que son claramente racistas en su origen y uso actual, en muchos casos siendo casi directamente insultos. En el caso de las primeras, se trata de ser un poco más conscientes de lo que decimos: si de verdad no somos racistas, al darnos cuenta de que son algo problemáticas deberíamos dejarlas de lado. Las segundas, vaya, las segundas requieren un autoexamen profundo: preguntarnos qué nos lleva a decirlas, revisar nuestros principios, actuar en consecuencia.
No están todas las que son, pero sí son todas las que están.