Se tira toda la carne al asador.
Los argentinos -ricos y pobres- tiramos la casa por la ventana cuando se trata de celebrar una boda. Aunque tengamos que usar los ahorros de toda la vida o pedir plata prestada, celebramos en abundancia. Si hay miseria, que no se note.
Ese engendro aburrido que es el vals.
Le decimos «vals» porque suena Strauss, pero el vals de las bodas argentinas se baila más como una fusión entre la chacarera y el valsecito. Y es culpa de los hombres que, definitivamente, no lo pueden bailar.