1. Los ex-compañeros… y la foto de perfil.
Decidí entrar en Facebook: me costó, fueron demasiados pasos, pero lo logré. Y de pronto, una «solicitud de amistad». ¿Quién es este que me pide ser su amigo? Miro la foto y obviamente mi memoria falla y no sé quién es. Reviso el nombre y pienso, me suena… ¿quién carajo es este tipo casi pelado? No, ¡no me acuerdo de esta mina tampoco! ¿En qué año fue mi compañera? Entonces, abandono la tecnología, tomo el teléfono y le pregunto al único amigo que conservo de la escuela secundaria si se acuerda de un tal Juan Pérez. El proceso se repite y de a poco reconozco algunas caras, recuerdo algunos nombres, gano en confianza y suspendo el turno con el neurólogo que había pedido cuando me agarró el ataque de amnesia. De pronto tengo como 20 amigos, casi todos de la secundaria. ¡Magia!