1. A salir en pantalón corto y que nadie me diga nada
Lamentablemente, en la Ciudad de México las mujeres seguimos condenadas a escuchar lo que opina el sexo opuesto de nuestra apariencia. Estas opiniones pueden emitirse en forma de siseos viborezcos, susurros entre los que se alcanza a distinguir la palabra «mamacita» o propuestas desvergonzadas que salen a gritos desde un coche en movimiento y de las que una tiende a escapar a toda prisa. Estos «piropos» llueven cuando una lleva pantalón de chándal (o «pants», como les llamamos en México) o uniforme de trabajo, así que se imaginarán lo que un pantalón corto o una falda puede suscitar. Y se imaginarán lo raro que ha sido usar la ropa que mejor me parece sin tener que cambiarme de acera cada dos por tres…