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12 hábitos chilangos que la modernidad se ha llevado muy lejos

by Rulo Luna Ramos 11 Aug 2015

1. Atravesar la ciudad en un flamante “Vocho” verde perico.

Todavía existen Volkswagen Sedan repartidos por la ciudad, pero cada vez es más raro cruzarse con ellos. Hasta hace pocos años, nuestros queridos Vochos inundaban las calles en forma de icónicos taxis ecológicos que llamaban la atención de muchos visitantes y constituían un atractivo turístico en sí mismos. ¿Quién no viajó en uno de estos clásicos? Jamás olvidaremos sus claustrofóbicos espacios de ventanas diminutas y su asiento del copiloto, siempre ausente.

2. Revisar que no falte la tarjeta Ladatel en la cartera.

Elemento indispensable entre las posesiones de todo chilango hasta mediados de los noventa. Durante su reinado, los teléfonos de monedas fueron relegados casi al punto de la extinción. ¿Alguna vez hicieron fila para hablar en un teléfono público? Esas eran las épocas doradas de Ladatel.  

3. Usar el Toreo como referencia para el norte de la ciudad.

Un domo blanco, gigante y francamente horrible era el elemento perfecto para usar como referencia al dar indicaciones. ¿Quién podía pasar por ahí y no ver semejante adefesio? El Toreo se fue, pero dejó su marca en los corazones de quienes lo conocimos y en un paradero de combis que cargará con su nombre y figura por siempre.

4. Esperar los primeros días del mes para comprar tu abono del Metro.

Dejen ustedes el abono, actualmente el mismísimo boleto está siendo lentamente sustituido por las tarjetas prepagadas. Algo tenía que ocupar el lugar de la Ladatel, ¿no?

5. Traer la Guía Roji bajo el asiento del coche.

Las mejores apps del mercado no han podido borrar el recuerdo de nuestra versión analógica de Google Maps. El librito rojo, que siempre se deshojaba, era un elemento indispensable para todo conductor chilango. Quién no recuerda su extrañísima portada, en la que una botarga de la Guía llevaba del brazo a un Godínez con los ojos vendados… ¡esos publicistas de antaño tenían cada ocurrencia!

6. La visita semanal al Videocentro.

Ir al Videocentro era toda una experiencia, sobre todo antes de que Cablevisión y Multivisión hicieran de la televisión mexicana un medio ligeramente disfrutable. La otra opción era tener a tu marchante de películas en algún mercado, única forma de hacerse de alguna peli que te gustara en la década de los ochenta. Cuando el formato Betamax dominaba la Tierra.

7. Pasar a la tienda por un chesco en bolsa…

El chesco y la chela en bolsa, ícono de aquellos tiempos en los que todos los envases eran retornables. Otro de los íconos de dicha época era la bolsa llena de cascos de refresco, lista para ser llevada a la tiendita para re abastecer la casa de azúcares refinados.

8. Hablar al 030 para saber la hora.

Todos los que han nacido en esta época de tecnología digital y señales de internet inalámbricas por doquier, jamás entenderán el dilema de estar en casa y no tener la menor idea de qué hora es… ya sea porque un apagón desincronizó tus relojes o porque se te olvidó darle cuerda al reloj de la sala. Ante la adversidad, siempre teníamos con quién contar: la señito del 030. Siempre tan amable, siempre tan robótica.

9. Pasear por las calles semi peatonales del Centro Histórico.

Imagínense el típico gentío de la calle de Madero un domingo por la tarde, quiten a las botargas y demás espectáculos distractores, ahora agreguen un puesto de fayuca por cada diez paseantes, agreguen diablitos llevando y trayendo mercancías y otros cuantos vendedores ambulantes, que se vea atascado. Ahora imagínense en un carro atorado dentro de ese pinche caos. Ahí tienen un retrato vintage de un paseo dominical por las calles del Centro Histórico. ¡El puro glamour!   

10. Aventarse cinco cápsulas de Notivisa por día.

De por sí nunca había nada bueno en la tele y además había que chutarse las mismas noticias a cada rato. La tonadita de entrada de Notivisa, con su sintetizadores espaciales del siglo XXI, era la pesadilla de todos los niños que sólo querían terminar de ver la Pantera Rosa. Lo único peor, era que interrumpieran la programación con una fabulosa y larguísima cápsula sobre algún partido político.  

11. Pasar por un helado del Danessa 33.

O al Bing si son más noventeros. Pero nada igualará jamás a la época dorada de Danessa 33, esa época en la que servían helados en mini cascos de fútbol americano. Si ustedes tuvieron uno de esos cascos, ahora mismo están sonriendo y un dejo de nostalgia se está apoderando lentamente de ustedes. Juventud, ¡divino tesoro!

12. Caguamear con Superior o Carta Blanca.

Gracias Cuauhtémoc-Moctezuma por todos los productos de calidad que nos has dado… aunque luego nos los quites… y ahoras seas parte de Heineken.