Foto: Seth Showalter

12 palabras del español cuyo origen te sorprenderá

by Ana Bulnes 21 Jun 2017

1. Gresca

Andan a la gresca, decimos, y si fuésemos malvados y algo manipuladores llegaríamos al final de la etimología y concluiríamos que estamos dejando caer que los griegos son unos ruidosos y pendencieros. Pero no, hay que ir paso a paso: nuestra gresca viene del catalán antiguo greesca, que era un juego de dados que armaba mucho barullo. Greesca viene a su vez del latín medieval graecisca, ‘la griega’. Corominas tiene claro que todo sí que tiene que ver con la «fama de libertinos y pendencieros que tuvieron los griegos desde la República romana», pero no nos vamos a meter en polémicas.

2. Sibarita

Los habitantes de Sibaris, una ciudad de la Magna Grecia, eran gente acostumbrada a la vida lujosa y refinada y esto fue precisamente su perdición: según cuenta la leyenda, los sibaritas originales presumían de que sus caballos eran tan finos como ellos y de que les habían enseñado a bailar. Esta información, claro, llegó a sus vecinos de Crotona (vaya, seguro que los sibaritas iban allí a comentarlo con aires de superioridad), que la aprovecharon cuando ambas ciudades entraron en guerra: contrataron músicos y, efectivamente, los fieros caballos sibaritas se pusieron a bailar, algo poco práctico en plena batalla.

3. Pedante

Esas personas a las que les encanta hacer gala y ostentación de su sabiduría utilizando palabras rimbombantes y haciendo referencias culturales cada vez que dicen una frase eran al principio simples maestros. De hecho, al principio, principio, eran simples peatones. Se cree que pedante viene de pes, pedis (‘pie’) y que en su origen era como se denominaba al peatón. En el siglo XIV ya aparece con el valor de maestro privado, de tutor que también acompaña a los niños y pasea con ellos. Es a mediados del siglo XVI cuando parece que este maestro a sueldo empieza a alardear demasiado de sus conocimientos y a caernos un poco peor. En el Diccionario de Autoridades (1726-1739) aparecen todavía las dos acepciones, la de maestro y la del que «se precia de sábio, no teniendo más que unas cortas notícias de Latín».

4. Cantimplora

También esta palabra la heredamos del catalán, y es una de esas etimologías bonitas y fantásticas: cantimplora es un compuesto formado por canta i plora (‘canta y llora’). ¿Por qué llamar así al recipiente en el que llevamos el agua cuando vamos al monte? Por el ruido que hace el agua, ese ruido tan característico que suena un poco a canto y un poco a lloro.

5. Pantera

Las panteras no son un felino cualquiera. Si le preguntas a muchos etimólogos, Joan Corominas incluido, son una fiera total y completa, un animal completamente salvaje. A esta conclusión se llega dividiendo la palabra en dos posibles componentes griegos, pan- (‘todo’) y ther, thero (‘fiera’). Desafortunadamente, la teoría más actual dice que eso no es cierto y que la palabra haya llegado al griego, donde panther significaba gato salvaje, a través del sánscrito pundarika, ‘tigre’.

6. Bacteria

¿Recuerdas tus clases de biología del colegio? ¿Cómo se dibujaba a las bacterias? Así un poco alargadas, como pequeños bastoncitos. Y eso es precisamente lo que significa su nombre: viene del griego βακτηρία, ‘bastón’.

7. Dinosaurio

Imagina que eres un señor del siglo XIX, biólogo, paleontólogo y anatomista que está estudiando los dinosaurios. Solo que estos no tienen un nombre y cada vez que te refieres a ellos tienes que hablar de grandes lagartos fósiles, que suena poco atractivo. Coges el diccionario de griego y buscas. Decides que dinosaurio, formado por deinos (terrible, potente, gran temor) y sauros (lagarto) es mucho mejor. Ese señor era Sir Richard Owen y, por favor, observa su retrato y dime por qué todavía no le han hecho una película.

8. Coqueto

«Yo es que soy muy coqueta», dices, y lo dices como si nada. Como si no viniese del francés coquet, derivado de coqueter, que literalmente significa ‘alardear coquetonamente en presencia de mujeres, como un gallo entre gallinas’. Porque coq significa gallo.

9. Sobrino

Si eres de los que se pierden fácilmente al hablar de relaciones familiares, presta atención desde ya. Porque un sobrino no era un sobrino, sino un sobrino segundo. Según Corominas, sobrinus «designaba al hijo del primo y a los primos segundos y más lejanos». Los primos hermanos eran consobrinus, aunque también se empezó a llamar así a los más lejanos. Y porque, sí, ellos también se liaban, empezaron a decir consobrinus primus para el primo hermano, abreviando en primus y llamando sobrinus a «toda la parentela colateral más lejana». ¿Cómo era se llamaba al hijo de un hermano entonces? Era nepos (se ve todavía, por ejemplo, en el inglés nephew). Pero dejamos de usarlo rápido y lo sustituimos por sobrino, que total valía para todo.

10. Macarrón

¿Alguna vez te has parado a pensar en por qué llamamos a los macarrones macarrones? Cosa de italianos, pensamos con lógica. Bien, pero ¿de dónde salió ese nombre en italiano? Hay varias teorías, pero nos vamos a quedar con la más curiosa, que es además la que recoge la RAE: los maccaroni vienen directamente del griego μακαρώνεια, que significa ‘canto mortuorio, comida funeraria’. Un origen mucho más oscuro que la felicidad que nos provoca un plato de macarrones bien hecho.

11. Incordio

Un incordio son las moscas en verano, esa persona que siempre te está molestando, las llamadas de compañías móviles para que te cambies. El incordio original era en realidad un tumor que se desarrollaba en el pecho de los caballos, de ahí el antecordium (delante del corazón) del que se paso a encordio y, finalmente, nuestro incordio. Eso según Corominas; según el Diccionario de Autoridades, el incordio era un tumor inguinal y derivaba de cuerda, no de corazón. (Pero todo parece indicar que la teoría acertada es la del pecho).

12. Verano

Las cuatro estaciones no existieron siempre. El verano es en realidad un invento ilustrado, que estuvo unido a la primavera hasta el Siglo de Oro. Ver, veris era en latín primavera y a nuestro verano lo llamaban aestas, aestatis (de ahí nuestro estío). ¿Cómo pasamos de la primavera al verano? A través del tempus veranum, que se refería a la época del principio del calor y que al final acogimos como una estación completa.