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12 señales de que creciste en Sevilla

by Miguel Pérez Martín 14 May 2015

1. Sabes que hay chalecos y chalecos sin mangas.

En Sevilla hay vocabulario propio, y por eso lo que para todos los demás es un jersey para nosotros es un chaleco. Y lo que todos conocen como chaleco, pues aquí es chaleco sin mangas. Tampoco llamaste nunca zapatillas a lo que para ti son botines, y sinceramente… ¿no es más sencillo decir calzonas que “pantalón corto para hacer deporte”? Un poco de sensatez y de economía lingüística.

2. El hombre del saco no te da miedo.

No le tenemos miedo al hombre del saco porque aquí los hay por todas partes y salen en febrero con el saco en la cabeza. Estás acostumbrado a verlos debajo de cajones de madera cuando cae la tarde andando muy despacito y tu padre te enseñó que se llaman “costaleros”.

3. Tu ecosistema son palomas y azahar.

Tu relación con la naturaleza se basa en los domingos que tus padres te llevaban al Parque de María Luisa a dar de comer a las palomas y a los patos, para los que llevabas un bolsón de pan duro. Esas palomas a las que dejas de cogerles cariño conforme creces y te atacan cuando intentas montar en bici, porque en Sevilla las palomas viven al límite y solo se apartan si les das con el pie. Y tu relación con la botánica viene vestida de blanco por primavera, cuando subes fotos del azahar brotando a Instagram.

4. En verano te mudas en bloque con toda Sevilla.

El último día de colegio –cuando el asfalto ya se derrite y te llevas parte de la calle en el zapato a casa- no te despides de tus compañeros, porque los vas a ver la semana que viene. Toda Sevilla se muda en bloque en julio a su California particular: Chipiona y Matalascañas. Aquello ni es Huelva ni es Cádiz, es solo una Sevilla de mudanza.

5. Sabes que la chuchería más sofisticada no se vende en los quioscos.

Pueden hacer caramelos espectaculares o chucherías con sabores sorprendentes, que en Sevilla la chuchería más sofisticada no se vende en los quioscos, sino en mesas plegables en plena calle y se llama palodú. Estos tronquitos que se chupan y muerden para extraerle todo el sabor son patrimonio inmaterial de la ciudad. Y que alguien me diga lo contrario.

6. Quieres a la Cruzcampo más que a tu madre.

Los sevillanos discutimos de todo y por todo. Nos gusta arreglar el mundo en la barra del bar como a tantos otros, pero hay algo que es intocable: la Cruzcampo es la cerveza de Sevilla. Da igual que no te guste la cerveza, o que te gusten más otras, si alguien se atreve a meterse con nuestra cerveza somos capaces de sacar nuestros instintos más oscuros. Cuidado. Y si la pones por debajo de Mahou, somos capaces de matar.

7. Tienes toque de queda en agosto.

Sentimos una especial debilidad y compasión por esos turistas que se aventuran por la Avenida de la Constitución en agosto a las cuatro de la tarde. Tras muchos años, sabes que en el octavo mes del año, hasta las ocho de la tarde no se sale de casa. Las calles desiertas lo demuestran. Que si dormimos la siesta o bebemos gazpacho no es por gusto, es por necesidad.

8. Tus recuerdos del 92 son de un pájaro de colores.

Si alguien te pregunta qué hiciste en 1992, para ti no hay duda. Ese año era EL AÑO DE LA EXPO, y creemos que además había algo de deporte en Barcelona. Pero sobre todo la expo, de la que tenías pase de temporada. Y para ti Curro no es el que se fue al Caribe, sino el pájaro de pico y cresta de colores del que tienes una pegatina en tu armario o un muñeco colgando del retrovisor. Eso sí que era una mascota.

9. Sabes que Triana es “puente y aparte”.

Nosotros también tenemos cuestiones de independentismo, pero no liamos el taco. Triana es la república independiente, lo sabemos y lo aceptamos. Su frontera es el río y lo que pase más allá del puente son cosas del arrabal, que no de Sevilla. Ellos mismos dicen al pasar el río que “van a Sevilla”. Eso sí: aquí no hay referéndums, ni problemas políticos, ni nada. Triana solo es “puente y aparte”.

10. Tienes tu propio concepto de lo que es gourmet.

Ni Estrellas Michelín ni cinco tenedores. Lo más gourmet que conoces se sirve en los templos de la gastronomía antigua de la ciudad. ¿A quién no se le han saltado las lágrimas al oler el adobo de Blanco Cerrillo al pasar por la calle Tetuán? ¿Quién se resiste a una croqueta de Casa Ovidio o a un montadito de ‘pringá’ de Las Columnas? Ríete tú de Can Roca y de El Bulli.

11. Haces deporte sin tener que apuntarte al gimnasio.

Hay otros que apuntan a los niños a equitación, a esgrima o a saber qué deporte. Cuando éramos niños nosotros no necesitábamos nada, porque jugábamos de camino al colegio al fútbol con las naranjas que se caen de los árboles. Y a hacerle caños a nuestros amigos mientras caminan, que eso también es un arte.

12. Puedes pedir sevillanas hasta en Kapital.

Da igual donde vayamos o si estamos en la discoteca más espectacular del mundo. Si un sevillano va a Kapital, pide sevillanas. Aunque no pegue, aunque el DJ te mire con cara de loco, aunque el segurata te arrastre hasta la puerta porque no dejas de insistir y le has tirado la copa encima a David Guetta. No sevillanas, no party. Y si no nos dejan bailarlas dentro, ya nos saldremos a la calle a cantárnoslas nosotros mismos.