1. Te cansas de escuchar que “¡menudo acentiño tienes!” (por gente que intenta poner tu acento, claro).
Cada vez que alguien hace una broma con -iño, en el fondo del mar muere una futura mariscada.
2. O “¡no tienes nada de acento!”
Te quedas sin saber qué decir, miras a los lados y luego sonríes falsamente. ¿Se supone que tengo que tomármelo como un cumplido?