Recuerdas esa época en que el mezcal no era la gran cosa.
En ese entonces la única interacción entre el mezcal y tú estaba representada por el panalito de Tonayan. La mejor opción para tu sed de estudiante, pues el precio de un panalito era -y sigue siendo, a pesar de la inflación- apenas superior al del agua embotellada. Claro que nadie que no fuera un teporocho consagrado se atrevía a tomarlo solo. El sabor era normalmente diluido con el agua fresca de tu preferencia para crear las míticas, las únicas, las devastadoras… ¡aguas locas!