1. Odiar las gaitas.
Hay dos situaciones en las que no echarás esto de menos: si eres de esas personas que aman el sonido de las gaitas o si te has ido a vivir a otra nación celta. Si esto no es así, si al quinto minuto de gaitas sientes que te están martilleando el cerebro, estarás pensando que no ves por qué ibas a echarlas de menos. Te darás cuenta cuando vuelvas a escucharlas y tus ojos se llenen de paisajes verdes y lagrimones a punto de salir. Esta vez aguantarás diez minutos antes de volver a odiarlas.