1. Entrar con zapatos a las casas.
Confieso que una de las cosas que más me generaba conflicto al principio, era vivir en un lugar alfombrado. Como buena mexicana tenía la absoluta creencia de que si un piso no puede trapearse, nunca estará verdaderamente limpio. Pues acá es casi misión imposible encontrar un departamento sin alfombra y te terminas acostumbrando a la regla general de cortesía: quitarte los zapatos en la entrada de tu casa o la de cualquier conocido. El closet en la entrada no está pintado y su objetivo primario es guardar ahí los zapatos y abrigos de los habitantes del hogar y las visitas.