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Los 15 lugares abandonados más fascinantes de España

España
by Ana Bulnes 15 May 2017

1. Ainielle (Huesca)

Sería simplemente un pueblo más de los muchos que han ido quedando abandonados en el Pirineo aragonés, pero su suerte cambió en 1988, cuando Julio Llamazares lo convirtió en protagonista de su novela «La lluvia amarilla». El libro, triste, descorazonador y maravilloso, es el monólogo interior del último habitante de Ainielle. Nos cuenta cómo la gente se fue yendo poco a poco, cómo los últimos vecinos dijeron adiós y cómo, tras la muerte de su mujer, se convirtió en el habitante del pueblo. Desde la publicación del libro, Ainielle, deshabitado desde 1970, es una especie de lugar de peregrinación. Puedes ir por tu cuenta o participar en la Senda amarilla, una marcha senderista anual de Oliván a Ainielle.

2. Torre Salvana, el castillo del infierno (Barcelona)

Las ruinas de un castillo medieval son el escenario perfecto para historias de fenómenos paranormales, y la Torre Salvana no es ninguna excepción. Documentada desde el año 992, la torre es de estilo románico. En 1224 el castillo fue ya parcialmente derruido durante la Guerra Civil catalana. Fue pasando de mano en mano hasta su abandono final en 1715. La gente que ha ido habla de voces raras, apariciones de espectros y la sensación de que les agarran una pierna. No apto para gente que no es capaz de ver películas de terror.

3. Pueblo viejo de Belchite (Zaragoza)

Destruido durante la Guerra Civil, en una batalla en la que murieron 5.000 personas en dos semanas, quedó tal cual: Franco decidió no reconstruirlo y construir en su lugar un nuevo Belchite al lado. La idea era que las ruinas quedasen como recuerdo de la guerra y del daño que había hecho el bando vencido. Antes se podía visitar libremente, pero ahora está vallado y solo se permiten las visitas guiadas, que ofrecen contexto sobre lo que pasó de verdad en el pueblo viejo. Son todos los días y, los fines de semana, hay también visitas nocturnas.

4. Colonia de Santa Eulalia (Alicante)

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Construida a finales del siglo XIX e inspirada en el socialismo utópico, esta pedanía está semiabandonada más o menos desde la guerra civil. Declarada Bien de Interés Cultural en 2016, es un ejemplo de arquitectura y urbanismo siguiendo los cánones de ese socialismo utópico catalán: fábricas, viviendas, escuelas, un palacio, una ermita, un teatro…

5. Escó (Zaragoza)

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Escó no quedó desierto porque la gente se fuese a la ciudad poco a poco, como un goteo, o porque las bombas acabasen con ella. La gente de Escó fue expropiada de forma forzosa en 1953: se iba a construir un pantano, el de Yesa, y las tierras más fértiles, principal sustento de la gente del pueblo, fueron expropiadas. El último habitante —porque hubo gente que se negó a marcharse— murió en 2010, pero sus hijos continúan yendo para probar que hay vida humana en Escó. Hay una Asociación pro reconstrucción de Esco desde 1999 que quiere que el pueblo deje de ser ruinas fantasmas. (Y también está en los juzgados la última expropiación).

6. Estación Internacional de Canfranc (Huesca)

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Aunque lo de internacional ya no es cierto desde que en 1970 descarriló un tren de mercancías francés y derrumbó el puente de L’Estanguet, lo cierto es que la estación de Canfranc no está totalmente en desuso: dispone todavía de servicios de Media Distancia para ir a Zaragoza. No obstante, es casi un fantasma de lo que fue. Hay visitas guiadas al edificio, de 1925, una joya arquitectónica enorme (en tamaño y belleza). Además, todos los años se realiza una recreación histórica de su inauguración y los fines de semana hay un espectáculo de luz y sonido.

7. Sanatorio de Cesuras (A Coruña)


Este sanatorio que nunca llegó a serlo empezó a ser construido en 1927 en medio de un bosque, el Parque do Sanatorio. Es un edificio modernista que contaba con dos alas (una para hombres y otra para mujeres) y que estaba pensado para sobre todo enfermos de tuberculosis, pero cuya construcción se paralizó en 1931. Está abandonado desde entonces y se puede visitar bajo tu propio riesgo y responsabilidad. No se recomienda entrar y mucho menos subir a las plantas superiores, pero verlo desde fuera y pasear por el bosque vale la pena.

8. Corbera d’Ebre (Tarragona)

La zona vieja de este pueblo fue destruida durante la guerra civil (durante la batalla del Ebro) y los vecinos fueron poco a poco trasladándose a la parte baja de la colina, creando casi un pueblo nuevo. La parte vieja continuó así, en ruinas y olvidada, hasta que en 1992 fue declarada Bien de Interés Cultural y Lugar Histórico. Se puede visitar, claro.

9. Ochate (Burgos)

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Aquí también se dice que hay fenómenos paranormales, por lo que se ha convertido en un destino habitual de los amantes de lo oculto. Lleva deshabitada desde principios del siglo XX (su decadencia comenzó cuando dejó de usarse un camino muy transitado que pasaba por el pueblo) y en la actualidad quedan solo ruinas de casas, la torre de la iglesia y una ermita.

10. Umbralejo (Guadalajara)

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Aquí se mezclan emigración a la ciudad y expropiaciones: la vida en Umbralejo era muy dura, sin luz ni agua, con los campos a una hora de distancia y los médicos demasiado alejados para atender urgencias a tiempo. Quedaba ya poca gente cuando el ICONA expropió los terrenos comunes del pueblo para replantar pinos, y muchos de los ya emigrados aprovecharon para venderlo todo. Aunque se suponía que se iba a respetar a la gente del pueblo, enseguida empezaron las coacciones y amenazas para que los que resistían allí se marcharan. Los últimos se fueron en 1971. En los 80 empezaron obras de rehabilitación y se organizan actividades culturales con frecuencia allí.

11. Monasterio de San Pedro de Arlanza (Burgos)

Estuvo en funcionamiento durante casi diez siglos, desde su fundación en 912 hasta que dejó de funcionar en 1835 debido a la amortización de Mendizábal. Lo que quedan son unas ruinas: parte de la iglesia construida en 1080, de la torre del siglo XII, el claustro, algunas dependencias monacales… Se puede visitar con guía.

12. Panificadora (Pontevedra)

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Esta antigua fábrica de productos como pan y harina recorta el horizonte de Vigo desde 1924. Estuvo operativa desde entonces hasta 1980, cuando la quiebra de la empresa propietaria provocó su cierre. Al borde de la demolición durante muchos años (en 1988 los propietarios firmaron un convenio con el Ayuntamiento de Vigo para demoler la fábrica y reedificar la parcela), finalmente logró salvarse por temas legales y por un fuerte movimiento social que identifica el especial edificio como patrimonio de la ciudad. Continúa abandonada, pero ya con un plan de futuro: su rehabilitación salió a concurso y fue adjudicada el año pasado. Será una biblioteca, centro cultural, coworking y muchas cosas más.

13. Fuerte de San Cristóbal (Navarra)

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Cuando se empezó a construir a finales del siglo XIX se tenía en mente un fuerte que hiciese que Pamplona dejase de ser vulnerable a la artillería colocada en lo alto del monte, pero para cuando se finalizó, en 1919, esa idea ya era obsoleta por la aparición de la aviación. Se utilizó en cambio como prisión entre 1934 y 1945, uso que fue muy polémico por las malas condiciones en las que estaba los presos —al fin y al cabo, el edificio no había sido concebido como prisión—. En 1938 el lugar fue escenario de una de las mayores fugas de presos del mundo: 795 lograron salir, pero no llegaron muy lejos y fueron capturados o abatidos en los siguientes días. Como curiosidad, la fuga la prepararon treinta presos usando el esperanto.

14. Central Nuclear de Lemóniz (Vizcaya)

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Está sin estrenar. La central nuclear no llegó nunca a funcionar debido a una moratoria nuclear que paralizó las obras en 1984 y así está desde entonces, pero esto no significa que no sea un lugar de importancia histórica: ETA atentó varias veces en la central, lo que costó la vida a cinco personas. Está abandonada desde la moratoria, a la espera de ver qué se hace con los enormes edificios

15. Villa Excelsior (Asturias)

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Se trata de un palacio indiano, de estilo modernista, construido en 1912 con el dinero que Manuel Méndez de Andés heredó de su tío, que había hecho negocio en Argentina. Aquí se instaló con su mujer y sus seis hijos, viajando con frecuencia a América para continuar con los negocios de su tío. No obstante, tenía menos mano para los números y en 1931 estaba arruinado, con todas sus empresas cerradas. Murió en el barco de vuelta a España y su familia continuó viviendo en la villa, cada vez más descuidada y decadente por la falta de dinero. La última habitante de la mansión fue una de las hijas, Esther, que murió en 1999. Está abandonada desde entonces, aunque hay planes de convertirla en un hotel.