1. Resigné el sabroso aroma de las panaderías argentinas invadiéndolo todo.
No hay mayor nostalgia que ese olorcito a pan recién horneado de quién sabe dónde que impregnaba toda la zona por donde uno transitaba. Muero por una medialuna de manteca. Hay panaderías al estilo argentino, solo que están a grandes distancias y no abundan.
2. Ya no puedo decir “que amase tu vieja”…
Si había algo que precisamente no hacía en Argentina, era amasar. Bueno, acá la cosa cambia. Si me antojo de unas empanadas o una tarta, no hay buenas masas con las que hacerlas. Entonces aprendí a ser agradecida: digamos que Australia logró que puliera mis habilidades culinarias.