1. Que alguien se atreva a llamarte naco.
Sobre todo si te dicen “pinche naco”. Eso sí calienta.
2. Que tiemble cuando estás en el baño.
3. Tener una confrontación directa con la burocracia.
Cuando menos una noche antes de hacer cualquier trámite que implique asistir a una oficina de gobierno, ya te tienes que ir mentalizando para mantener la calma ante todas las trabas que la armada de burócratas te hará sortear: que si tenía que sacar ficha a las tres de la mañana, que si ya se cayó el sistema, que esta foto no se la puedo aceptar porque sale usted muy feo, que si todo era por duplicado… Lo has vivido, lo sabes y lo odias.