1.
Sonreír amablemente cuando un europeo del norte nos pregunta por qué no estamos en nuestra soleada España.
2.
Protestar cuando alguien dice que en Galicia siempre llueve y hablar del microclima de nuestra aldea.
3.
Explicar que el futbolín es un invento gallego cada vez que vemos uno.
4.
Sentir una extraña mezcla de alegría y morriña cada vez que pasamos por un restaurante o bar gallego.
5.
Pedir a quien nos viene a visitar que nos traiga licor café.
6.
Hacer que todo el que nos rodea, sea de donde sea, acabe utilizando la palabra riquiño y preguntándose cómo hablaba de la gente riquiña antes de conocer el término.
7.
Investigar si existe una Casa Galicia en nuestra nueva ciudad para saber dónde comer rico y barato.
8.
Corregir al listo de turno que llama crepes a nuestras filloas.
9.
Dejar caer con humildad que los gallegos descubrimos Australia.