UNA DE LAS MAYORES ALEGRÍAS de viajar se produce cuando llegas a un lugar que habías imaginado y descubres que la realidad no se parece en absoluto a lo que esperabas encontrar. A mí me pasó con Colombia: creía que llegaba al Caribe y aterricé en la fría Bogotá con sandalias, esperando encontrarme el Trópico entre el asfalto. Esa fue la primera sorpresa de las muchas que Colombia me tenía guardadas: descubrí que este país es tan variado en sus paisajes y ritos que parece cientos.
1. Un desierto de arcilla bajo el Universo
En la región de Huila, al sur del país, se encuentra el desierto de la Tatacoa, una extensión árida de más de 330 km cuadrados que en época prehistórica era un gran jardín de flores y árboles. Hoy, de aquello solo queda la presencia alargada de los cactus y de los animales de tierras secas: escorpiones, alacranes, serpientes, tigrillos, águilas y tortugas.
Por su cercanía a la línea del Ecuador, la Tatacoa es un lugar idóneo para observar los cielos nocturnos. Desde su observatorio astronómico se pueden identificar las 88 constelaciones y presenciar lluvias de meteoros con mucha frecuencia.
2. El primer pueblo libre de América
A 50 km de Cartagena de Indias se encuentra Palenque de San Basilio, el primer pueblo libre de América, fundado por esclavos fugados de sus haciendas en época colonial. Para protegerse de sus perseguidores, los cimarrones construyeron “palenques” o altas empalizadas, lo que ha dado nombre al lugar. Hoy día, aún se conservan los ritos, los ritmos, los santos, las tradiciones y la lengua palenquera, una mezcla de español con lenguas bantú africanas, que además se considera el último idioma “pidgin” del español (aquellos que se creaban para comunicarse entre esclavos y colonos con mezcla de varias lenguas durante el auge de la trata de esclavos). El papel de la música es fundamental para la comunidad y para los otros grupos afrocolombianos del Caribe. El mapalé, baile y canto por la libertad, es su ritmo estrella.
3. Una sierra en la orilla del mar
El pico Cristóbal Colón, el más alto de Colombia, con 5775 msnm, se encuentra a solo 42 km de la costa del Mar Caribe, lo que resulta insólito para una cordillera de tal envergadura. Desde la costa es posible observar las nieves perpetuas que coronan su cima, mientras se disfruta de temperaturas de más de 40ºC a orillas del mar. La Sierra de Santa Marta, a la que pertenece el pico (y su gemelo, el Simón Bolívar, solo un metro menor que éste) termina en el Parque Nacional Tayrona, un área protegida donde convergen bosques secos y tropicales, entradas de mar y arrecifes, ruinas arqueológicas y santuarios ceremoniales indígenas, caminos prehispánicos y cascadas, playas vírgenes y picos de hasta 900 msnm. El rey de la zona es el caimán que habita en las costas y deja sus huellas en las playas durante la noche. Es en esta sierra donde se encuentra el santuario de los nativos tayrona conocido como Ciudad Perdida.
4. Los mordiscos de los gigantes
En las tierras del Oriente, muy cerca de la ciudad de Medellín, se alza un monolito de 220 metros conocido como “El Peñol”. A su cima se accede a través de 740 escalones y desde allí se puede observar la represa de Guatapé, cuyos islotes o zonas que quedaron sin inundar parecen pequeñas cordilleras sobre el agua. En una de estas islas (que siempre tuvieron fama de pertenecer a las familias del narco) se encuentra la mansión “La Manuela”, una de las favoritas de Pablo Escobar, dinamitada por la mafia de Cali tras su muerte y en la que invirtió muchos millones de dólares en excéntricos lujos (como árboles de Canadá o una discoteca propia). Hoy, lo que fue el paraíso del capo Escobar, se encuentra completamente en ruinas.
5. Una ciudad hecha de flores
Durante el mes de agosto se celebra cada año la festividad principal de la antioqueña Medellín, la Feria de Flores, diez días de espectáculos en los que se conmemora la cultura paisa. La mayor atracción de la feria son la silletas o escenas dibujadas con miles de flores en un laborioso trabajo que los campesinos de la región realizan todos los años y que muestran a toda la ciudad en un desfile multitudinario. Pueden llevar hasta 80 variedades de flores, alcanzar los 2 x 2 metros y pesar hasta 75 kilos. El primer desfile de silleteros se realizó en 1957 y, desde entonces, la Feria de Flores se ha convertido en una de las mayores celebraciones del país.
* Fotos de Marina H.