La cosmovisión mesoamericana es un semillero donde abundan historias y seres mitológicos fascinantes. Las deidades prehispánicas representaban la dualidad cósmica al igual que la humana. Podían ser bondadosas o vengativas, generar vida o causar muerte, ser seres de luz u oscuridad.
Es precisamente en el inframundo, donde los dioses prehispánicos mostraban una de sus facetas más intimidantes, tanto por su poder como por su aspecto terrorífico. Estas deidades eran capaces de quitarle el sueño a cualquiera, si no me crees, basta con darle un vistazo a estas cinco deidades del México antiguo.
1. Xipe Totec
Xipe Totec, el señor desollado, era una deidad asociada a la agricultura y la guerra. La festividad en su honor, llamada Tlacaxipehualiztli, era particularmente sangrienta, pues implicaba el sacrificio de guerreros capturados en batalla, los cuales debían ser desollados, descuartizados y comidos en una sopa de maíz. Algunos investigadores creen que este fue uno de los primeros antecedentes del pozole, aunque otros más son escépticos al respecto.
En el Tlacaxipehualiztli, el guerrero captor debía ponerse encima la piel del guerrero desollado para honrar a Xipe Totec y después recorría las calles de su barrio visitando distintas casas donde recibía ofrendas. De acuerdo con Fray Bernardino de Sahagún, el guerrero vencedor nunca comía la carne de su víctima pero si comía la carne de otros guerreros sacrificados.
Xipe Totec era un dios benefactor pero también horrífico para las víctimas de sus ceremonias.
2. Coatlicue
La Coatlicue era la diosa de la fertilidad para los mexicas. Su nombre, traducido del náhuatl, significa “la que tiene falda de serpientes”. Esta deidad podía dar la vida pero también arrancarla. Se le consideraba la madre de los dioses del Mictlán o el inframundo mexica, entre ellos Huitzilopochtli, el dios de la guerra y patrono de los mexicas.
Se le representa como una mujer decapitada, desmembrada, relacionada con seres sobrenaturales que se mueven en la noche. Su vestimenta está tapizada por serpientes, corazones humanos y manos.
La Coatlicue representaba las bondades de la tierra, aunque su poder destructor también era capaz de devorarlo todo, incluso las estrellas. Una de las representaciones más impresionantes de esta diosa se encuentra en la Sala Mexica del Museo Nacional de Antropología.
3. Ah Puch
Ah Puch, traducido del maya como “el descarnado”, era el dios que reinaba en el Xibalbá o inframundo maya. Se le representaba como un ser esquelético, fétido, con cabellera, así como el vientre hinchado y la carne ennegrecida como signo de putrefacción. Ah Puch aparece ataviado con collares de ojos y se cree que su naturaleza es la de un ser andrógino, pues en algunas escenas se le observa haciendo labores femeninas, mientras que en otras aparece copulando con la diosa de la luna.
Ah Puch era considerado el máximo líder de los demonios del inframundo. Solía tener por compañía a un perro y una lechuza, animales asociados con la muerte o la mala fortuna. En algunas comunidades mayas, aún se cree que Ah Puch merodea las casas de los moribundos.
En el Gran Cenote de Chichen Itzá se han encontrado numerosas ofrendas dedicadas a Ah Puch, junto a los restos de mujeres sacrificadas. Para los mayas los cenotes eran la entrada al mundo de las tinieblas.
4. Ixpuxtequi
Ixpuxtequi, traducido del náhuatl como cosa rota o despedazada, era uno de los cuatro dioses de la muerte. Se le representaba con garras de águila y los europeos lo asociaban con el mismo Satanás, como consta en el Códice Vaticano.
Se creía que Ixpuxtequi acechaba a sus victimas por las noches y los apresaba con sus mortíferas garras. Por eso, trataban de evitarse los caminos solitarios y oscuros, pues eran los lugares preferidos por Ixpuxtequi para atacar.
5. Dios Murciélago
Este dios estaba presente en diferentes culturas mesoamericanas, pero quizá la imagen mexica del dios murciélago sea la más perturbadora. En náhuatl se le conoce como Tzinacan. En el contexto mitológico, su nacimiento ocurrió al mezclarse la sangre y el semen de Quetzalcóatl.
De acuerdo al Códice Borgia, interpretado por Eduard Seler, este ser se encarga de despedazar, desgarrar y arrancar cabezas. Es por excelencia el demonio habitante de los panteones y el encargado de cortar el órgano genital a la diosa Xichiquétzal para convertirlo en la flor de cempasúchil.
En el Museo del Templo Mayor se puede observar una de las esculturas más impactantes de esta deidad; en ella aparece como un ser mitad hombre y mitad murciélago con garras felinas. Algunas culturas como la maya, lo representaban sosteniendo un cuchillo de sacrificios antes de decapitar a su víctima.