6 cosas que he aprendido con cada viaje que me lleva lejos de México

México
by Rulo Luna Ramos 16 May 2017

1. Latinoamérica tiene una identidad propia.

Antes de comenzar a viajar, veía al resto de los latinoamericanos como extranjeros con los que compartía el idioma… y a veces ni siquiera eso me quedaba tan claro. Una vez fuera de México empecé a involucrarme mucho más con la comunidad latina. Ya saben, por más que uno quiera andar de bilingüe, se extraña dejar fluir la lengua materna y los demás hispanohablantes nunca se hacen del rogar para hacer lo propio. Una vez que vives en una comunidad “latina”, te cae el veinte de que existe una identidad colectiva.

Somos una amalgama de culturas que se complementan de manera muy natural, un pequeño núcleo que florece en ambientes multiculturales, pero que logra mantenerse independiente. Estando en México, muchas veces extraño esa multiculturalidad casual de un ambiente latino, pero ahora siento a Latinoamérica más como mi nación extendida, un lugar lleno de gente con la que empatizo de una u otra forma, con la que comparto historia y rasgos culturales. Estamos unidos por mucho más que un lenguaje.

 

2. México es un lugar maravilloso.

Así como empecé a comprender mi identidad latina, también reforcé mi identidad como mexicano. Empecé a valorar más la cultura de mi país y entendí que algo tan complejo como la identidad cultural requiere ser visto desde fuera. Cuando te alejas de México, sus virtudes y defectos empiezan a cobrar formas muy definidas. Y claro que México tiene defectos, pero con el tiempo he aprendido a valorar el país en el que vivo por todo lo maravilloso que tiene: su gente, su cultura tan diversa, su comida (obviamente), su naturaleza e incluso le empecé a ver el lado ameno a ese caos tan característico que nos rodea. Varias veces he salido del país sin boleto de regreso… pero aquí me tienen otra vez. ¿Por qué? Fácil, ¡como México no hay dos!

 

3. México es mucho más reconocido y querido en el extranjero de lo que te imaginas.

“¡Acapulco, Pancho Villa, tequila!” fueron las palabras con las que me recibió un hombre que controlaba el acceso a una mezquita en Kuala Lumpur cuando le dije que era mexicano. Medio en inglés y medio en señas, me dijo que había visto muchas películas mexicanas y que cuando era joven siempre quiso visitar México. Platicamos, o intentamos platicar, por un rato, y cuando nos despedimos, entendí lo misterioso y exótico que puede resultar México para alguien que no lo experimenta a través de clichés y prejuicios, sino a través de las manifestaciones culturales propias del país.

Después de conocer mucha gente de un montón de rincones del planeta, me he dado cuenta de una constante: todos tienen algo que decir sobre México.

 

4. Pero tampoco hay que sentirnos el centro del planeta.

Así como mucha gente asociará que eres mexicano con algún rasgo del que te puedas sentir orgulloso, muchos otros no sabrán ni siquiera en qué continente se encuentra México. Pero incluso estos casos menos informados saben lo que es un taco y, aunque no sepan cómo se llama ni cómo suena, ubican perfectamente la indumentaria del mariachi.

 

5. En todos lados se cuecen habas.

Claro que todos los problemas parecen peores cuando nos suceden a nosotros, pero esto no quiere decir que el resto del mundo esté libre de males. Los problemas de cada país son el resultado de factores internos y externos, culturales e históricos, que se han ido conjugando de maneras poco adecuadas. Todos los países tienen sus detalles y muchos de éstos son muy similares. No hay país que no se queje de su clase política, de la economía o de la seguridad (incluso en las ciudades más seguras del mundo, la seguridad parece nunca ser suficiente como para evitar la constante crítica). ¿Qué podemos hacer al respecto? Pues podemos empezar por no magnificar nuestros problemas hasta puntos en los que parezcan inconmensurables… una vez ahí, podemos empezar a trabajar en su solución.

 

6. Los mexicanos somos la onda.

Una vez que te vuelves “el mexicano” dentro de un grupo de nacionalidades diversas, empezarás a escuchar historias sobre otros mexicanos viajeros. Escucharás que no se parecían en nada a tí y que usaban expresiones muy distintas a las tuyas, pero que igual que tú (o eso es lo que dicen) eran bien fiesteros, alegres y muy buenos amigos. Al parecer somos especialistas en dejar una buena impresión al resto del mundo. Obvio, nunca falta el negrito en el arroz, pero afortunadamente es bastante difícil encontrarlo. 

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