Esta lista corresponde a mis opiniones personales y sobre mi idea personal de la canariedad. No espero ni obligo a nadie a compartir mi punto de vista. Y si alguien se siente ofendido por lo que expongo a continuación, es libre de no compartir su opinión y callarse para siempre sin molestar a nadie, descargando su frustración a puñetazos con alguna pared de su casa.
1. Decir que todas las islas son iguales
Si oigo a alguien decir esto, primero compruebo si tiene los ojos abiertos. ¿Estás ciego? Una de las máximas de las Islas Canarias es la impresionante variedad de entornos, paisajes y costumbres que uno encuentra repartidos a lo largo de las siete islas que conforman nuestro pequeño paraíso. Desde los campos de lava de Lanzarote al pico del Teide, pasando por las dunas de Maspalomas, sin olvidar los bosques de La Gomera, cuesta creer que paisajes tan hermosos pero opuestos formen parte del mismo archipiélago. Doy volteretas de frustración cada vez que veo a gente gastarse miles de euros y horas de avión porque quieren disfrutar de “una playa tranquila y paradisiaca”, “ver un volcán de cerca” o “hacer senderismo por el bosque”. Ver el mundo está genial, pero ¡no siempre es necesario irse tan lejos!
2. Descuidar el medio ambiente
Botellas de plástico. Bolsas. Envoltorios. Esa gente que entierra las colillas pensando que eso no es basura. Lo veo demasiado a menudo. ¿De qué te sirve presumir de tu tierra si luego la dejas hecha una porquería? No te puedes considerar canario si no cuidas el entorno, así de simple. He visto con mis propios ojos a gente de la isla, tanto joven como mayor, cometer estos atropellos ambientales en rincones locales y siempre hay de fondo ese runrún de “eso son los turistas, que vienen aquí y les da igual”. Pues, si eso es cierto, lo primero que debe hacer uno es llamar la atención a las personas que se comportan de esta forma y, en última instancia, recoger lo que uno se encuentra. Entre todos, no puede ser tan difícil.
3. Comerse la cabeza más de la cuenta
Stefan Sagmeister decía “Preocuparse no resuelve nada” y es un mantra que repito mucho. Si bien la vida es un viaje lleno de imprevistos que hace que no siempre sea fácil seguir este consejo, los canarios tenemos la suerte de pertenecer a un entorno que moldea una visión de la vida más contemplativa, sencilla y tranquila que nos permite deconstruir y simplificar los conflictos con mayor facilidad. La cercanía social que se vive en las islas es una importante semilla de empatía que tendemos a tener unos con otros. En mi experiencia, mucha gente de las grandes ciudades suele cometer el error de establecer mal sus prioridades, dándole demasiada importancia y tiempo a cosas que no les aportan nada. ¿Solución? Como digo siempre, hazlo facilito. Tómatelo con calma, preocúpate menos del ayer y del mañana. Del qué dirán y qué pensarán. Trata de mantener tu atención en el presente porque una cosa es segura: el último obstáculo que superaste nunca será el último.
4. Ser un recluido social
Me da igual lo importante que crees que eres, lo ocupado que estás, el mal día que llevas. Si somos dos personas que no nos conocemos y por azares del destino nos toca compartir un espacio que vulnera nuestro espacios vitales, lo mínimo es saludarse. La gente de otros lugares es experta en comportarse como fantasmas con total naturalidad pero yo no me crie así y, si eres de las islas, sospecho que tampoco. Somos gente cercana, nos gusta mostrar humanidad, así que abre tu mente: saludar no es una molestia. Todo lo contrario. Rompe el hielo, es cordial y si es con una sonrisa igual la contagias y todo. Que cunda el buen clima. Sobre todo si nos toca compartir ascensor, caray. Más incómodo es verte buscando mil maneras de parecer ocupado con tu móvil o mirando al techo. ¿Quién mira el techo de un ascensor? No me la cuentes. Y agárrate que si la cosa se alarga igual hasta te pregunto qué tal te va todo.
5. Decir que una isla es mejor que otra
¿A dónde vas, muchacho? ¿Te perdiste en un alarde de orgullo, te viniste arriba amando a tu tierra, te olvidaste de estamos todos en el mismo océano? ¿No leíste el punto 1? No confundamos las preferencias personales de cada uno, claro que todos tenemos nuestros rincones preferidos en el archipiélago pero eso no significa que unos sean mejores que otros. Bastantes peleas hay en el mundo como para que algunos quieran inventarse una aquí abajo. Las islas, como las personas que las habitan, están hermanadas y buscar ponerse por encima a costa de rebajar a otros no tiene razón de ser.
6. Ofenderse porque no te entienden
Ya vino el otro. Le dijo no sé qué de la guagua a uno de Salamanca y se puso rufito porque el otro no sabía que estaba diciendo. Es lo que llamo tener el orgullo torcido. Querer que todos conozcan nuestras tradiciones y formas de hablar está genial, pero molestarte con alguien de fuera porque te obliga a dar explicaciones no debería molestar, sino más bien ser una formidable oportunidad de dar a conocer de dónde vienes con humor y simpatía. Si te miran raro es porque eres diferente y eso es algo maravilloso, no un motivo para el conflicto. Abraza tu diferencia.
7. Olvidar tus raíces
Los canarios somos nómadas por naturaleza. El mundo ofrece un sinfín de oportunidades que muchas veces quedan lejos de nuestro lugar de origen y es probable que tanto nosotros como muchos amigos y familiares acaben lejos de la tierra que los vio nacer y crecer. Pero hay una cosa que un auténtico paisano de las islas nunca hará y eso es olvidarse de dónde viene. Volver aunque sea de visita alguna que otra vez a uno de esos siete pedacitos de tierra que flotan en el Atlántico será una canción que el corazón le cantará desconsoladamente el resto de su vida. Y esa maldición, la cargamos encantados.