1. Cuando un pueblo crece, pierde su encanto.
Afortunadamente eso no está pasando. San Miguel era uno de esos lugares en los que veías un coche pasar y sabías que allí iba Pedrito, porque el coche de Luisito era el único igual a ese, pero con un raspón en la defensa. Ahora hay mil coches como los de Luisito y Pedrito, pero si la normativa municipal es estricta con el respeto al estilo arquitectónico y cuida el crecimiento urbanístico, la belleza no se pierde, sólo se transforma.