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9 curiosidades que no sabías sobre los signos ortográficos del español

by Ana Bulnes 11 Sep 2017

Antilambda

Tras este pomposo nombre se esconden los signos < y >, esos que todo el que haya hecho sus pinitos en html está harto de usar. Pero todo viene de mucho más atrás: se cree que los creó Aristarco de Samotracia en el siglo II a. de C., filólogo y editor de Homero. Él lo usaba para señalar puntos en los que no estaba de acuerdo con Zenódoto de Éfeso, editor anterior. El nombre, antilambda, viene del griego αντι (anti, ‘contra’) y λαμβδα (lambda, el nombre de la letra ele en griego. Esta era así λ y la antilambda algo similar pero tumbado. Se llama también diple, lo que se usaba en latín para el símbolo de cierre >. Ese nombre viene también del griego: διπλῆ significaba ‘doble’ y hacía referencia a las dos líneas que forman el signo. En español, se usa en el mundo de la lingüística para marcar la evolución de una palabra. Por ejemplo, αντιλαμβδα > antilambda.

Virgulilla

¿Te habías preguntado alguna vez cómo se llama la tilde de la eñe? Sí, tilde de la eñe es una denominación válida, pero virgulilla es sin duda mucho más atractiva como palabra. Para la RAE una virgulilla es simplemente un «signo ortográfico de forma de coma, rasguillo o trazo» e incluye también el apóstrofo o la cedilla. En cuanto al nombre, es diminutivo de vírgula, que a su vez era, en latín (virgŭla), un diminutivo de virga, ‘vara’.

Pleca

También puedes llamarla barra vertical, pero eso es demasiado transparente. La pleca (|) es, según el DRAE, un «signo ortográfico auxiliar utilizado en métrica para separar los pies que componen los versos y, en fonética, para marcar una pausa breve dentro del enunciado» (la definición está en realidad en barra vertical, lo que significa que la RAE prefiere que digamos eso y no pleca, pero no tenemos por qué estar de acuerdo). En cuanto al origen de la palabra, es según la propia RAE incierto.

Calderón

No tiene nada que ver con Calderón de la Barca y es una pena, pero la propia historia del signo es lo suficientemente interesante como para mantenerse por sí sola. El calderón es ese signo extraño que aparece a veces en el Word y que se usaba para marcar los diferentes párrafos: ¶. Porque antes de separar los bloques de texto con distintas ideas en párrafos, simplemente se añadía este simbolito, que se cree que al principio era simplemente una ce mayúscula de Capítulo a la que después se añadieron las líneas verticales. Este signo se llama también antígrafo, que viene del griego ἀντίγραφον: eran los magistrados que llevaban la contabilidad de la recaudación de impuestos, pasó a referirse a los notarios, a los copistas, a los extractos de un documento y, ahora, también al calderón.

Comillas

Hablo de las comillas solo para reivindicar el uso de las comillas angulares, latinas o españolas («…»), más difíciles de encontrar en el teclado, pero más bonitas y especiales que las omnipresentes inglesas (“…”). Además, si mis razones subjetivas no te valen, que sepas que es lo que defiende a capa y espada la RAE: siempre que puedas, comillas angulares. El signo no es más que una antilambda doble, ya que en los códices antiguos se ponía entre diples los textos tomados de las Sagradas Escrituras. Lo especial de las comillas es que han evolucionado de distinta forma en distintas lenguas: en español, «…»; en alemán, al revés »…«; en las lenguas eslavas, „…“; etc.

Diéresis

Si quieres ir un poco de guay puedes llamar a estos dos puntitos que ponemos encima de la u cuando queremos escribir sobre pingüinos crema, pero la palabra diéresis es más bonita (y la preferida por la RAE). Viene del griego διαίρεσις, ‘división’, ya que se usaba para dividir en dos sílabas dos vocales juntas, para pasar del diptongo al hiato. Aunque ahora esté relegada a acompañar a la u solo con la ge, antes se usaba mucho más: hasta 1815, la secuencia «qu» se usaba con cualquier vocal, pero si iba con e o i esta no se pronunciaba. A no ser, claro, que se añadieran esos dos puntitos, como en cinqüenta. Pero tras esa reforma de 1815, el sonido cu ya solo se podía hacer con la ce y la diéresis se instaló de forma definitiva en la gu. Siguió en la poesía para marcar hiatos no naturales (rüido), aunque ahora no se recomienda su uso.

Párrafo

Si cuando hablamos del calderón pensaste que a ese signo se le llama también párrafo, estás equivocado. El párrafo es § (se le llama también signo de sección) y se usa sobre todo (¿únicamente?) para marcar una referencia bibliográfica en un texto. No está claro de dónde viene, pero se cree que son dos eses encadenadas que se ponían en los manuscritos para marcar las distintas secciones (como pp es el plural de páginas, § era el plural de secciones).

Asterisco

Lo creó también Aristarco de Samotracia (¡y tiene más!) para señalar repeticiones redundantes y se usó también para marcar la fecha de nacimiento en los árboles genealógicos. La palabra viene del griego αστερισκος, que significa ‘estrellita’.

Signos de suma, resta y división

Antes de nada: no es lo mismo una raya (—) que el signo de resta (–) que un guion (-). Tienen longitudes distintas y está guay encontrarlos en el teclado y usarlos bien. Pero vayamos a la curiosidad máxima: el + y el – no se utilizaron hasta el siglo XV. Las matemáticas, como bien sabemos, tienen una historia mucho más larga. ¿Cómo hacían hasta entonces? Usaban palabras. Decían plus y minus y, vale, usaban también otros signos. Pero la invención de estos signos universales hizo que la gente se emocionara mucho y se preguntase si no habría una forma de crear también una lengua universal a base de símbolos. El siglo XVII está lleno de ejemplos de iluminados que dedicaron su vida a inventar lenguas que serían el babel que la humanidad necesitaba y muchas usaban un nuevo alfabeto. El signo de división, ese que es un menos con un puntito arriba y otro abajo (÷), se llama óbelo o lemnisco y es también invención de nuestro amigo Aristarco para marcar los pasajes sospechosos en Homero.