En México tenemos una especie de aversión y hasta pánico hacia la palabra “no”. Seguramente existen muchas teorías acerca del origen de esta peculiaridad cultural, desde los que consideran una descortesía negarse a algo a alguien, hasta quienes piensan que se trata de la falta de carácter. Lo cierto es que los mexicanos esquivamos el “no” en muchas situaciones cotidianas y para eso nos valemos de juegos de palabras, cuya intención es producir frases indirectas que hagan entender a los demás nuestra negativa. Aquí van algunas de las más comunes.
1. En un ratito
Esta frase viene a colación en aquellas situaciones en las que un anfitrión nos ofrece alguna cosa, desde comida hasta un cafecito o un trago, pero ya tuvimos suficiente. En estos casos recurrimos a la frase “en un ratito”. Esta expresión nos sirve para no rechazar tajantemente o menospreciar la invitación y así evitar ser groseros. En realidad ambas partes saben que la respuesta es “¡ya no quiero más!”.
2. Muchas gracias
Una de las frases que más confunden a los extranjeros. La lógica indica que si alguien te ofrece algo y respondes de forma agradecida, estás aceptando aquello que te ofrecen… excepto en México. Aquí el significado es todo lo opuesto; no importa si es un vendedor ambulante, un limpiaparabrisas o un vendedor de tarjetas de crédito, rechazamos lo que nos ofrecen con un agradecimiento, como si se tratara de agradecer por adelantado la intención de sus servicios pero sin aceptarlos.
3. Yo te aviso
Es mala práctica ponerse a esperar después de que alguien te lanza esta frase. Lo más probable es que no te avisen absolutamente nada. Como decimos en México, se trata de “dar el avionazo” o “hacerse pato”, es decir, posponer la respuesta todo lo posible para deshacerse de tu invitación de una manera aparentemente cortés. Dejar a alguien colgado es bastante más grosero que una negativa, pero muchos mexicanos siguen prefiriendo la primera opción.
4. Ahorita, a la vuelta
Esta es una de las más utilizadas cuando salimos de compras, sin importar si es al mercado de chácharas, al tianguis o al centro comercial. La aplicamos cuando un vendedor nos insiste en comprar sus productos. Al decir: “ahorita, a la vuelta” creemos que le estamos dando esperanzas de que al volver sí le compraremos, aunque los vendedores no son ingenuos y saben perfectamente que eso no va a ocurrir.
5. Nos ponemos de acuerdo
Esta expresión viene de la misma familia del “yo te aviso”. Un “nos ponemos de acuerdo” es algo similar a unos puntos suspensivos que dejan la situación por resolver en el limbo, con un saborcito a incertidumbre.
6. Sí, nada más dame chance…
Cuando le pides un favor a alguien y el sujeto en cuestión no puede o no quiere hacerlo, seguramente te recibirá con ésta o algún otra frase similar. Al pedir que le des chance, está solicitando, de manera muy amable, que lo dejes de molestar y entonces, tal vez, en un futuro indeterminado, considerará hacerte el favor.
7. Déjame pensarlo
Un “déjame pensarlo” en una relación amorosa es una muerte anunciada en la que el agonizante lleva tres balas en el pecho, pero aún tiene la leve esperanza de sobrevivir. Lo mismo ocurre en cualquier otra situación cotidiana. El que utiliza esta frase no quiere sentirse verdugo diciendo no y así evitar herir susceptibilidades. Muchas veces el daño puede ser mayor por dar largas y mantener la llama de la esperanza, en especial si tu interlocutor no está acostumbrado a las evasivas mexicanas.
8. Ahí para la otra
Esta frase es una especie de consuelo o promesa de que algo que no sucedió en el ahora, tiene posibilidades de ocurrir después. Cuando algún vendedor toca nuestra puerta y no nos interesa lo que vende solemos decirle “ahí para la otra”. Pese a la esperanza implícita en la frase, ambas partes saben que no habrá ningún trato.
9. ¡Sí!
Esta es la campeona de todas las palabras con naturaleza contradictoria. El sí encubre al no de muchas maneras, pero en algunas ocasiones puede llegar a ser muy preocupante. Imaginemos el ámbito estudiantil y académico, cuando el maestro o maestra pregunta a sus alumnos si entendieron lo que se les explico la mayoría dirá sí, aunque no hayan entendido nada. Esto se debe a que en nuestra cultura, hacer notar el desconocimiento de algo frente a los demás es motivo de vergüenza y burla, aunque los otros tampoco sepan un carajo de lo que se les explicó. Sucede lo mismo cuando el profesor, al terminar la exposición, cuestiona a los asistentes si tienen dudas. En este caso la mayoría guardará un silencio sepulcral para no decir no, con excepción de algunos asistentes épicos que se lanzarán con valentía al ruedo para decir que sí.