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9 palabras cuyo origen cuenta una historia

by Ana Bulnes 19 Nov 2018

macarrón

Cierra los ojos y vuelve a la infancia, a ese plato de macarrones que se tomaba en tu casa. ¿Con tomate, chorizo, bonito, carne picada? Fuera cual fuera la especialidad, seguro que solo con pensar en el plato sientes cómo una sensación cálida de placidez invade tu cuerpo. ¿No va todo mejor con un plato de macarrones delante? La etimología de la palabra no hace más que confirmar lo que siempre hemos sabido: los macarrones son felicidad. Según la RAE, «del italiano dialectal maccarone, y este del griego bizantino μακαρώνεια makarṓneia ‘felicidad para siempre’, dicho en las comidas funerarias». MACARRÓN SIGNIFICA FELICIDAD PARA SIEMPRE. Aunque ya lo sabíamos, ¿no?

almanaque

Que almanaque venga de una palabra del árabe hispánico, almanáẖ, que significa ‘calendario’ no es ninguna sorpresa. Pero ¿y esa palabra de dónde venía? Del árabe clásico munāẖ ‘alto de caravana’, «porque los pueblos semíticos comparaban los astros y sus posiciones con camellos en ruta». ¿Es o no es bonito?

gazpacho

Podría también significar felicidad para siempre y no me sorprendería, pero no es así. En este caso, la etimología nos habla de un plato que es una mezcla un poco de todo (y no, no es de todo, salirse del guion e improvisar con un gazpacho es bajarlo de su pedestal de perfección de forma innecesaria). Hay dos teorías sobre su origen, y ya aviso de que la segunda igual hace que toméis vuestro próximo gazpacho con menos alegría.

Según la RAE, «quizá del árabe hispánico *gazpáčo, y este del griego γαζοφυλάκιον gazophylákion ‘cepillo de la iglesia’, por alusión a la diversidad de su contenido, ya que en él se depositaban como limosna monedas, mendrugos y otros objetos». Según Corominas, el origen es incierto, pero apunta a que quizá venga del mozárabe prerromano caspa, que significa ‘residuo, fragmento’. Y sí, de ahí viene la caspa del pelo también, algo que no quieres ver en el gazpacho.

coco

¿Qué fue antes, el monstruo o el fruto? Tendemos a pensar que el fruto, que para algo es un producto de la naturaleza y, por lo tanto, concuímos, antiguo. Pero no: el coco primero fue el monstruo, que se utilizaba para dar miedo a los niños ya en el siglo XVI tanto en España como en Portugal. Por la península no había muchos cocoteros, claro, los primeros los vieron, según apunta Corominas, «los compañeros de Vasco da Gama en la India», a quienes el fruto redondo y sus tres agujeros les recordó al monstruo.

sándwich

Es un clásico y sí, como palabra es poco hispana, pero la historia por qué llamamos así a esos bocadillos es tan fantástica que es difícil resistirse a incluirla. El origen de la palabra, admite incluso la RAE, está en el cuarto conde de Sandwich, que vivió en el siglo XVIII. Según cuenta la leyenda, por no abandonar una partida de cartas particularmente larga, se alimentó durante un tiempo de lo que ahora conocemos como sándwiches. No se sabe si tras el sacrificio por lo menos ganó la partida.

magenta

Podrías describir el magenta como color sangre y no irías nada desencaminado. De hecho, esta palabra heredada del italiano hace referencia a la «la sangre derramada en la batalla de Magenta», librada el 4 de junio de 1859. Según parece, el color se puso de moda justo después. Un homenaje un tanto extraño.

escafandra

Esta palabra (en francés) la creó un señor del siglo XVIII llamado Jean-Batiste de La Chapelle. Era sacerdote, matemático e inventor, y entre sus inventos estaba una especie de traje de corcho que permitía flotar y desplazarse por el río (estaba pensado para soldados). La palabra escafandra es lo que significa: del griego σκάφη skáphē ‘barca’ y ἀνδρός andrós ‘de hombre’. Su invento no prosperó, pero sí la palabra, que utilizamos para un traje también relacionado con el agua, pero que no hace flotar.

tortuga

Con lo entrañables y tranquilas que son (o eso creemos gracias a esa calma y lentitud que siempre les atribuimos), resulta que las tortugas era consideradas por antiguos cristianos y orientales pequeños demonios (y su único crimen parece que era vivir en el lodo). «Del latín tardío tartarūchus ‘demonio’, y este del griego ταρταροῦχος tartaroûchos ‘habitante del Tártaro o infierno’.

anfitrión

Esto es salseo mitológico. Veamos: Anfitrión era un rey griego que se fue a la guerra. Cuando se sabía ya que volvía victorioso, Zeus, que era de todo menos buen ejemplo, decidió aprovechar y, antes de la llegada del héroe a su casa, se hizo pasar por él y pasó una noche de pasión con Alcmena, la mujer de Anfitrión, que creía que estaba con su marido.

Anfitrión llegó al día siguiente y no le hizo ninguna gracia que su mujer no se mostrase lo suficientemente enamorada y que como excusa dijese algo tipo «pero si ya lo celebramos ayer». Anfitrión se creyó engañado y decidió resolver el tema como se hacía entonces: matándola a ella. Pero Zeus intervino, dijo que había sido él, y Anfitrión se sintió muy honrado y le dijo a Zeus algo tipo «hombre, perdón, dios, Zeus, haberlo dicho antes. Vente a gozar de mi hospitalidad y mi esposa cuando quieras». Ahora lo de ser un buen anfitrión suena como un poco más turbio, ¿no?