Cuando me hablan del Chaco Salteño, me imaginaba el monte, y un paisaje desolado y amplio, de tierra volátil, casi blanca. Cuando me hablaban del Pilcomayo, imaginaba un río desbordado y de riveras enlodadas. Con esta visión en mente fui a encontrarme con Ángel Quiroga, mi guía y compañero de travesía. Íbamos a hospedarnos en casa de Doña Enriqueta, a quien todos llaman Doña Monona, su bisabuela.
“Am tená…”
(“Me doy a vos”, saludo de encuentro y despedida wichí)
PARTIMOS DESDE LA CIUDAD DE SALTA una de las noches más frías del año hacia Tartagal, donde tomamos un colectivo a Santa María. En un principio, además de tener la sensación de estar en una cámara de frío, me sorprendió encontrar un paisaje verde, montañoso y un poco blanco por la helada.