LAS CARACTERÍSTICAS COMUNMENTE ASOCIADAS con los “buenos viajeros” son aquellas del extrovertido. Alguien con mucha energía, capaz de ponerse a hablar con cualquiera, en cualquier lugar, sin importar por cuánto tiempo. La clase de persona que puede haber pasado solamente cinco minutos con alguien y despedirse teniendo un amigo para toda la vida. Una persona sociable.
Pero los introvertidos también viajamos. La remamos con la charla de ascensor y las interacciones sociales, sintiéndonos culpables porque preferimos tener una cena tranquila a solas que explorar la noche de Berlín y sus fiestas. Y también la remamos con nuestra contraparte, los extrovertidos: los viajeros salidores y conversadores que siempre están tratando de arrastrarnos a que salgamos con ellos, intentando convencernos de que nos perdemos de grandes cosas en la vida porque no vivimos como lo hacen ellos. Y aunque apreciemos la energía y la fuente de comentarios sin filtro de los extrovertidos, a veces tan sólo desearíamos que nos dejen ser en vez de intentar cambiarnos todo el tiempo.
Pregúntanos por qué somos tan tímidos.
El mayor error es creer que los introvertidos son tímidos o anti-sociales. No necesariamente sufrimos de fobia social. Es sólo que nos aburren las conversaciones de ascensor y pelear para ser escuchados en la multitud es agotador. Por este motivo suelen calificarnos de distantes, reservados o groseros. Mientras que los extrovertidos se nutren de la energía de otras personas, a los introvertidos suele agotarnos. Las dinámicas grupales y el parloteo constante, aunque pueda ser disfrutable en pequeñas dosis, se vuelve abrumador enseguida.
Malinterpreta nuestra necesidad de tiempo a solas como una ofensa personal.
Necesitamos estar en soledad. Aprende a lidiar con eso. Dicha necesidad de un tiempo con tranquilidad para descomprimir y procesar los eventos del día no tiene nada que ver contigo. No significa que no nos caigas bien, no significa que nunca jamás queramos volver a pasar tiempo contigo, y no significa que estemos enojados. Significa que queremos estar a solas un ratito. Así que si insistimos en salir a caminar o en ir a tomar un cappuccino sin compañía, o nos ponemos los auriculares durante el viaje en tren, por favor no hagas un drama a partir de eso. No te lo tomes personal.
Pregúntanos si estamos enojados.
NO ESTAMOS ENOJADOS.
Sé dependiente.
Los introvertidos necesitamos nuestro espacio. Tenemos mucho cuidado al meternos en nuevas relaciones, especialmente cuando se trata de compañeros de viaje, y evitamos viajar con personas que no comprenden ni respetan nuestra necesidad de tiempo a solas para recargar las pilas. Si no nos mostramos entusiasmados y no nos comprometemos sin pensarlo a un fin de semana en Tasmania, es porque probablemente estemos evaluando si serás capaz de callarte la boca un rato o si te ofenderás si queremos eventualmente estar solos.
Habla sin parar.
No siempre somos capaces de simplemente dejar de escuchar lo que nos molesta y solemos sentirnos asfixiados por la necesidad de los extrovertidos de hablar sobre cada cosa en detalle. Puede que nos gustes mucho, pero a veces sólo queremos que te calles un rato para que podamos pensar.
Insiste con que nos animemos a hablar.
No somos tímidos. Lo que sucede es que estamos concentrados en nuestro interior, procesando las cosas lenta y deliberadamente. Cuando tengamos algo que decir, lo diremos. La mejor forma de garantizar nuestro silencio es insistirnos en que hablemos. Hablaremos cuando estemos listos para hablar. Presionarnos a hacerlo y volvernos el centro de atención únicamente logra hacernos sentir tan incómodos que no queremos decir ni una palabra.
Oblíganos a tomar compromisos que no queremos.
Los introvertidos necesitamos una puerta de escape para cualquier evento social al que vayamos. Necesitamos saber que si llegamos a sentirnos completamente superados por la fobia social en medio de una discoteca a las 10 de la noche y deseamos salir de allí de inmediato, podemos hacerlo. Por esa razón es que probablemente evitemos aceptar un compromiso que implique estar “atrapados sin salida”. La posibilidad de que no seamos capaces de irnos en el momento que queremos es suficiente para que prefiramos quedarnos en nuestras casas.
Di que nos estamos perdiendo de cosas importantes en la vida
El hecho de que prefiramos otro tipo de viajes, otros tipos de experiencias, no significa que nos estemos perdiendo de lo bueno de la vida. No somos de los que están en un bar hasta las 2 de la mañana y gritan su borrachera al mundo rodeados de extraños, y nunca seremos del tipo de viajeros que se vuelven mejores amigos del zapatero que acaban de conocer; en cambio, somos observadores y estudiosos, y en una mañana tranquila nos tomamos el tiempo para ver cómo un pueblo se despierta. Encontramos los mejores cafés y llevamos notas de viaje meticulosas; que no hagamos alarde de lo mucho que amamos viajar por París no significa que no hayamos amado París al igual que tú.
Vuélvenos el centro de atención.
Pásanos el micrófono en el bar de karaoke, oblíganos a subir al escenario, insiste en que nos paremos y vayamos a bailar. Nos pone felices verte hacerlo a ti, pero a pesar de lo que puedas creer, no deseamos secretamente estar en el escenario y no disfrutamos que nos arrastren hasta ahí. Ni siquiera es que no somos capaces de cantar en público o de dar un discurso ingenioso al brindar en una fiesta, es sólo que no nos gusta que nos pongan en esas situaciones sin previo aviso.
Dinos que debemos estar más alegres o menos serios
Somos pensantes, procesamos las cosas, crecemos en la medida en que reflexionamos. Un introvertido que está sentado tranquilamente no necesariamente está enojado o deprimido, ni tiene impedimentos para reírse. Tan sólo estamos pensando. Por favor, deja de preguntarnos si nos pasa algo malo y de sugerir que lo hablemos con alguien. Estamos bien. En serio.
Repítenos que tenemos que salir de nuestro caparazón.
Después de ciertas interacciones sociales y de pasar tiempo en grupo, los introvertidos necesitan volver a sus caparazones durante un rato por lo menos. Necesitamos estar solos y tranquilos. Esto no es una señal de que estamos deprimidos ni de que sufrimos fobia social. Es la manera en la que operamos. Lo mejor que puedes hacer después de arrastrar a un introvertido a una fiesta es darle tiempo para que se retrotraiga y se recupere. Los introvertidos felices somos aquellos que encontramos amigos (y compañeros de viaje) que están dispuestos a darnos ese espacio, comprendiendo que es así como procesamos el mundo a nuestro alrededor –incluyendo a la gente que lo habita-.