Cómo hacer enojar a un músico

Cómo hacer enojar a un músico

by Mariana Molinero 29 Apr 2014

Johnny Cash, en la famosa foto de Jim Marshall “Giving the Finger” -dedicada a la prisión de San Quentin-.Fuente

Ah, sos músico… ¿y de qué trabajás?

Un clásico. Para considerarte un verdadero músico te tienen que haber hecho esta pregunta, por lo menos, una vez. Forma parte del ritual de pasaje.

¿Qué estilo de música hacés?

Definir la propia música es un ejercicio tan inútil como intentar definirse a uno mismo. Sobre todo porque uno de los aspectos inherentes a la vocación, especialmente en el terreno compositivo, es el deseo de hacer música que nadie hizo hasta ahora. “Mi música es una mixtura de punk rock melódico progresivo con influencias bluseras de Chicago y del canto diplofónico mongol, pero mi primera inspiración fueron las invenciones de Bach. O sea, world music…”.

La lírica.

“¡Qué buen tema! ¡Qué letra tan interesante! ¿Qué quisiste decir con esto?” Otro de los ejercicios absolutamente inútiles de la música cantada. Como con la poesía, la parte divertida del hecho artístico es sentirse movilizado como oyente sin tener la necesidad de comprender por qué. Entonces, ¡dejá de preguntarte qué quería decir Spinetta cuando enrojecía en sed a la luna o hacía recorrer las impalas por tu estanque! Te lo pido por favor y por todas las diosas salvajes.

¿Y por qué no sos famoso?

Pregunta despiadadamente malintencionada que suelen hacerle a la gente que se desempeña en áreas con bastante exposición pública (también califica para actores, deportistas, políticos, etc.). Me pregunto si todos los buenos médicos son famosos, si todos los buenos abogados son famosos, o si todos los buenos ingenieros son famosos. Derivado de esto, suele aparecer el “¿nunca se te ocurrió anotarte en…?» , insertá aquí el nombre de cualquier reality show televisivo en el que compitan cantantes, instrumentistas o gente «talentosa» en general. Estos programas han probado repetidamente que son la sentencia de muerte para la carrera de cualquier persona que se dedique a esto.

Los vecinos.

¿Vas a estudiar? Bien. ¿El horario es el permitido? Bien. ¿Por qué entonces tu vecino te golpea la pared cuando practicás tu instrumento? Cuando él grita como un desaforado los goles que hizo su equipo en la final de la copa intercontinental transmitida desde Japón un domingo a las 6 de la mañana, o los que hace jugando a la play con los amigos cuando se juntan los jueves a la medianoche, vos no te quejás. Pero él ahora viene a reclamar que le molestan “el pianito”, “la trompetita”, “el violincito” o “la gaitita”… Me pregunto cómo es que, para los vecinos, el sonido que generan los instrumentos parece volverse inversamente proporcional a su tamaño.

La familia.

Hablando de instrumentos en diminutivo, “¿Cuándo vas a dejar de molestar con la guitarrita?” repite tu familia durante toda tu adolescencia. Y ahora que sos adulto y un trabajador de la música a tiempo completo, el instrumento parece agrandarse mágicamente y la frase deviene en un “traé tu guitarra el sábado al cumpleaños de la tía Pocha, así le cantás unas canciones. Total, ¿qué te cuesta? ¡Dale!”.

Tocar en vivo es una aventura permanente.

Queridos dueños de locales para tocar: Cuatro pallets unidos con clavos y cuerdas, apoyados sobre cajones de cerveza, NO son un escenario. La excusa “¡pero tiene alfombra!” no es suficiente. Con mucha buena voluntad y un revestimiento verdaderamente sólido que funcione como piso, podría servir como plataforma para el baterista. Del mismo modo, dos parlantes, una consola potenciada de seis canales y una zapatilla con tres enchufes dudosos y otros tres directamente en cortocircuito NO son sonido. Por último: si sos el dueño de un bar y dependés de la banda para llevar gente, la que no está funcionando es TU promoción, no la de los músicos.

EL hit.

La pegaste con un tema que era uno del montón, no necesariamente tu favorito y al que, luego de su éxito arrollador, empezaste a odiar con pasión. Y ahora resulta que es la única canción que te piden. Suele establecerse una relación de amor-odio con El hit, porque es el que te dio masividad, pero también es el que te encasilla en un estilo que no necesariamente refleja tu estética, o que te deja congelado en una forma de la que, tarde o temprano, vas a querer distanciarte. Un ejemplo bastante recordado es el de Kurt Cobain negándose sistemáticamente a tocar Smells Like Teen Spirit, el exitazo de Nirvana, tanto en sus shows en vivo como en la grabación de su disco Unplugged. Quienes presenciaron el paso de la banda por Buenos Aires .

La canción cuestionada.

Tu sello discográfico o cualquier gran medio que solicite tus servicios pide -aunque sabemos que en términos corporativos «pedir» es «exigir»-, que cambies partes de tus canciones por no ser políticamente correctas o suficientemente comerciales. Algo de esto le sucedió a la banda The Doors con la canción Light My Fire. Cuando la banda fue seleccionada para tocar en vivo en el show de Ed Sullivan se le «sugirió» que cambiara la frase “Girl we couldn’t get much higher”, porque la palabra «high» remitía al uso de drogas. La banda pensó seriamente en hacer ese cambio pero Jim Morrison, sin embargo, no capituló. “¡Nunca más vas a tocar en este programa!” – le dijeron. “Acabamos de tocar en este programa”, fue su respuesta.