Ser una mujer y viajar sola son cosas totalmente compatibles. Tener género femenino en ningún caso nos limita como viajeras más allá de que en ciertos países tengamos que vestir de una determinada manera u ocupar unos espacios equis. Puede que en algunos destinos nos cueste más hacernos respetar (entiéndase respetar como escuchar, hacer caso) o nos resulten incómodas ciertas miradas demasiado intensas, pero sería una pena quedarnos sin ver mundo por culpa de la actitud de los demás.
Puede ocurrir que la primera vez que una se plantea viajar sola sienta cierto miedo. Ese miedo lo hemos tenido casi todas y tiene mucho que ver con nuestra más temprana educación pues, queramos o no, en muchas sociedades aún está muy presente la falacia de que la mujer es más frágil, débil y vulnerable que el hombre. En cuanto comienzas a viajar por tu cuenta y ves cuan libre puedes ser y cómo de lejos puedes llegar por ti misma se te olvidan todos los temores. Si quieres viajar no dejes que cuestiones de género te frenen: con cabeza y sentido común una puede ir a todos o casi todos los sitios. Pero ¿qué significa exactamente con cabeza y sentido común?
Procura tener información de buena fuente antes del viaje.
No te quedes solo con lo de las guías por muy bien que estén y muy útiles que parezcan. Algunas guías, que no todas, pecan de dibujar la realidad más atractiva de lo que es y se olvidan casi por completo de recoger su parte más incómoda (cuestiones de seguridad, de higiene, de comportamientos sociales, de cuánto cuestan exactamente las cosas, etc.). Lo mismo ocurre con los blogs a los que, no obstante, generalmente puedes contactar a través de Internet para preguntarles dudas. En mi opinión, la mejor fuente de información que vas a encontrar son tus amigos y los amigos de tus amigos. Entérate si ellos o alguien de su entorno cercano ha viajado al lugar al que quieres ir tú y, si es posible, habla con esa persona. Probablemente su información sea la más veraz que vayas conseguir y, no menos importante, puedes medir sus palabras (sabes si tu interlocutor es un exagerado, si es muy ingenuo, si es muy tiquismiquis, etc.). El resto, ¡ya lo verás al llegar!
Lleva ropa en tu mochila y/o maleta para una persona, no para cinco.
Esto es independiente de que tu viaje sea de una semana o de diez. Si es de una semana con lo que cabe en un equipaje de mano tienes más que suficiente, si es más largo podrás lavar durante el camino. Lleva lo necesario, si durante el viaje necesitas más ya lo comprarás allí. Cuanto más ligera vayas más ágilmente te moverás de un sitio a otro.
Cuenta con seguro de viaje y un botiquín decente.
Si, sé que esto es un gasto extra, pero hoy en día hay muchísimos seguros, casi para todos los bolsillos, que te pueden ahorrar mucho dinero en caso de que tengas que usarlo. No puedes predecir cuándo vas a tener una urgencia médica o un accidente. Para cosas menores, tener un buen botiquín ayuda. No importa que lo lleves hasta arriba de pastillas y luego no uses ninguna, ¡mejor! Eso significa que no te has puesto mala durante el camino.
De entrada, fiate de la gente lo justito y mantente firme en tus decisiones, especialmente al estar recién llegada.
No importa lo guapo y simpático que sea ese chico que quiere llevarte al mejor hostel de la ciudad que curiosamente se encuentra al fondo del callejón más oscuro que has visto en tu vida. Se amable, dale las gracias por el ofrecimiento, pero mantente firme en tu decisión si no quieres ir allí. Más vale quedar mal con un desconocido que te da igual que acabar en una esquina preocupantemente turbia de un lugar que aún no conoces con unas costumbres que te son extrañas.
Puedes hablar, sonreír, comer, quedar y hacer planes con gente que acabas de conocer, pero siempre que tengas prudencia.
Una de las mejores cosas de viajar sola es que conocerás a muchísimas más gente que si viajaras en grupo. Al no tener compañeros fijos estarás más abierta a acercarte a otros viajeros, si no son ellos los que se acercan antes a ti porque están igual o por simple curiosidad. No tengas miedo, ¡haz amigos! Si no quieren llevarte a callejones oscuros los primeros 15 minutos de relación casi seguro no habrá problema. Esto aplica a extranjeros y locales, aunque con los locales normalmente hay que tener más ojo, especialmente en algunos países (no vaya ser que en vez de ser amigos quieran ser otra cosa).
Ten cuidado con la ropa que llevas.
Se observadora. En general, cuanto más discreta o a la moda de la sociedad en la que te encuentres vayas mejor. Siempre sin pasarse. No hace falta que vistas sari en la India, ni que lleves hiyab en Túnez. No estoy diciendo que no puedas lucir como gustes, llevar vestiditos o camiseta de tirantes y maquillarte si te apetece, ¡claro que puedes! Faltaría más, y muchas veces así será si lo deseas, pero observa primero y viste después. Eso sí, para acceder a algunos lugares tendrás que llevar ciertas partes de tu cuerpo cubiertas. Una pañuelo grande tipo pashmina a mano nunca viene mal.
Contáctate regularmente con tu familia y amigos.
Así matarás dos pájaros de un tiro: en tu hogar sabrán más o menos dónde andas y en caso de que te ocurra algo, por dónde empezar a buscar; y tus seres queridos no sufrirán tanto porque te hayas ido tú sola por ahí, ¡tan lejos! En casi todos los países por muy pocos dólares puedes hacerte con una tarjeta prepaga para el móvil que te permitirá hacer llamadas de emergencia o, incluso, tener Internet las 24 horas. Hoy en día muchos establecimientos hoteleros y hosteleros disponen de WIFI para clientes, lo que te permitirá mantener la conexión con casa sin sobre coste alguno.