Casi me agarro a trompadas con un pelotudo en Iruya.
Iruya es un pueblito colgado de la montaña en medio de la nada. Queda en Salta pero sólo podés llegar desde Jujuy, a través de un camino de ripio que gambetea al precipicio durante tres horas y media.
Hasta ahí fue el pelotudo.
Los.
Los pelotudos.
Porque eran varios.
Llegar a Iruya es sobrevivir.
Veníamos de estar tres horas y media a diez centímetros de la muerte en un bus destartalado que toreaba a curva tras curva tras curva.
Y de repente, el chofer frena.
Bajamos, agarramos nuestros bolsos y encaramos.
Del otro lado de una última curva, detrás del pliegue de la montaña, espera todavía escondida, enigmática, Iruya.