1. Te agarra una crisis de identidad.
Los cordobeses somos tan generosos que lo primero que te regalamos es un apodo: al principio sólo serás «el porteño». Cuando te agarremos confianza pasarás a ser «pichón de mamut», «jeringa de hospital» o «muñeca arrastrada arriba del techo».
2. Conocés la poesía.
Pronto vas a incorporar a tu conversación el uso de la metáfora a través de expresiones tales como: «te chifla el moño», «fino como canapé de polenta», «falso como besito de suegra». Y ampliás tu vocabulario adoptando nuestro diccionario: «chomazo», «pulenta», «choncaco», “moquero” y el célebre «culiao».