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18 cosas que te delatan como mexicano recién llegado a Estados Unidos

México Estados Unidos
by Dámaris con Acento 10 Oct 2016

1. No tienes ni idea de qué recuadro seleccionar en la casilla de “Race/Raza” en los cuestionarios gubernamentales.

Ya sea porque te acabas de inscribir a la escuela o porque fuiste a sacar tu Social Security Number, después de autodenominarte como “hispano o latino” en la casilla de etnicidad, no tienes ni idea de qué opción seleccionar en “raza” porque no eres african-american, tampoco american-indian , ni asiático, ni nativo de alaska y no estás seguro de considerarte dentro de la “white category”. ¿Y el mestizo, apá?

2.Tu momento más conmovedor y glorioso de la temporada fue…

Encontrar una marca de tortillas que no supiera a plástico.

3. Te das cuenta de lo maravilloso que es el sistema métrico decimal y lo extrañas a morir.

Como cuando te preguntaron por tu peso y altura en libras y no tuviste puta idea. El sistema imperial, que es el que usa UK y USA, no tiene escalas proporcionales. Por eso cuando te mezclan onzas con libras no sabes de qué están hablando. O peor, cuando el GPS te dirige en millas y después te avisa que tu próxima salida es a treinta pies, a tu cerebro le da un mini derrame. Tan fácil que era hablar de metros, kilómetros, kilos y gramos.

4. Llegas a cargar gasolina y te quedas media hora esperando a que llegue “el gasolinero”…

Hasta que descubres que acá la gasolina es autoservicio. Y tú hasta esperabas que llegaran a limpiarte el vidrio, ¡JA!

5. La experiencia en el súper mexicano.

Por fin encontraste un supercito donde va puro mexicano, venden todo para el pozole, tiene tortillería y hasta carnicería con seres humanos atendiendo alegremente mientras escuchan a la Sonora Santanera. Todo el mundo habla español y tú, extasiado, te acercas a pedirle al carnicero, que luce una sonrisa tan amable y mexicana como su bigote, que te de un kilo de suadero.
– Excuse me? How can I help you?
Por extraño que parezca, hay una gran cantidad de latinos y “mexas” que no hablan español. Ya sea porque son segunda generación o porque llegaron a Estados Unidos cuando eran muy chiquitos. Ante la duda, mejor pregunta.

6. No puedes evitar poner cara de asco cada que ves propaganda de apoyo a Trump.

Y tienes que hacer un esfuerzo sobrehumano para controlarte cuando algún conocido te dice que va a votar por este personaje.

7. Empiezas a mezclar el inglés con el español sin querer.

Por más que pretendas mantener tu hermoso léxico hispano sin mancha de anglicismos, mucho antes de lo que te imaginas llegará el día en que digas librería en lugar de biblioteca, o el momento en que batalles un poco para parkear el carro, o te sientas disturbado. Ahora sabes lo difícil que fue la vida para tu primo “El Pocho” y te sientes mal por todo el bullying que le hiciste cuando intentaba hablar español.

8. Estás emocionado con las elecciones.

Aunque no terminas de entender el complejo funcionamiento del sistema electoral estadounidense y tu única referencia sobre el tema sea House of Cards, ya te sientes todo un experto y esperas noviembre con ansias; porque te da miedo que esos dos puntos que lleva la Hillary de ventaja desaparezcan de un día a otro. Y si eso pasa, mejor resignarse. Aquí ni plantón, ni voto por voto, ni casilla por casilla.

9. Recuerdas como la experiencia más sublime ese momento en que descubriste la carreta de tacos al pastor en el barrio mexicano.

¡Y con tortillas de verdad! Por más aventurero que seas, por más contento que te haya tenido la idea de probar comida de todos los rincones del mundo en este pluricultural país, ni el mejor Pad Thai ni el mejor Kebab se va a comparar con la gloriosa sensación de deglutir un taco relleno de carne jugosa, con limón, salsita y el sazón inconfundible de nuestro adorado país.

10. Sales espantado del supermercado.

Dicen que el que convierte no se divierte… y menos con el precio del dólar. Pagar 30 pesos POR AGUACATE te parece una grosería.

11. Te emociona encontrarte con mexicanos.

Quizás en California, en Arizona o en Florida es cosa de todos los días, pero en algunos estados del norte, el encontrarte con algún paisano te provoca una sensación especial, de saber que no estás solo en esta aventura.

12. Descubres un orgullo nacional que no sabías que tenías.

Algo te llena el pecho cuando escuchas “Cielito Lindo” o “El Huapango de Moncayo”. Se llama nostalgia.

13. Cuidas los limones que tienes en el refri como si fueran oro y te aseguras de exprimirles hasta la última gota.

Porque acá no cuestan diez pesos el kilo.

14. Descubres que algunos términos que en México se dicen todos los días en Estados Unidos se consideran tremendamente ofensivos.

La palabra “Negro” es uno de ellos; para ti puede ser un color o un simple adjetivo, pero aquí la carga histórica es muy negativa pues esa misma palabra es la que usaban los esclavistas para referirse a los afroamericanos. Está prohibida. Gringo también se considera racista y peyorativo y es tan ofensivo como decirle beaner o wetback a un mexicano.

15. No entiendes cómo toman agua en este país si no hay garrafones.

Aunque digan que el agua es potable SABE HORRIBLE. Sufres un mes el suplicio con la esperanza de acostumbrarte, hasta que descubres un maravilloso filtro en Amazon que por veinte dólares te provee agua digna sin tener que cargar garrafón.

16. Tienes problemas con la palabra “American”.

El que no exista un término más práctico para referirse a los estadounidenses te genera un montón de conflicto, porque si algo tienes claro, es que América es un continente entero, no un país.

17. Descubres el único uso de los pennies…

Que es tirarlos a las fuentes de los parques y pedir deseos. Porque NO, no puedes comprar NI UN CHICLE con uno de esos.

18. Te sorprendes de lo FÁCIL que es manejar en este país.

Al principio te intimidaba un poco la idea, pero una vez que te animaste y aprendiste las reglas básicas no pasas un día sin maravillarte de lo bien señalizadas que están las calles y de lo amables que son los estadounidenses al manejar… “¡Hasta te dan el pase nomás con poner la direccional!”