1. El humor argentino es como La Gotita.
Alcanza con muy poco y “nada, nada lo despega”.
“Tres empanadas.”
“Es una nena.”
“Y… si no me tienen fe.”
“Ahí lo tenés al pelotudo.”
Años, décadas, pasaron desde que se dijeron por primera vez. Y así y todo, las repetimos ni bien vemos un huequito donde más o menos puedan encajar, y nos reímos como boludos una y otra y otra y otra vez. Si te criaste en los 90s, ¿cuántas veces en el colegio te hicieron el “ooooso” cuando te saludabas con un amigo? En serio te pregunto. ¿Cuántas? Hacé memoria. ¿Mil? ¿Diez mil? Décadas después, todavía miro con desconfianza cuando alguien me viene a dar la mano.
Lo que pasa es que a los argentinos nos cambian tanto las reglas del juego que nos aferramos como podemos a las pocas certezas que tenemos. Sin ir más lejos, fue casi una cuestión de estado cuando Franchella se afeitó el bigote…