1. En el desayuno, cambié las arepas por un café.
En Venezuela no existe mejor desayuno que una arepa y lo más rico es lo que preparamos para rellenarlas, que puede ir desde jamón y queso hasta un trozo de carne asada. Somos capaces de comernos esto apenas nos levantamos, no importa qué tan temprano sea. Sin embargo en este refinado lado del charco, donde llueven croissants y pains au chocolat* por las mañanas, ese tipo de desayuno es lo más parecido a una aberración. Ahora mis desayunos son a base de café y, cuando el hambre lo permite, una tostada. No sé cómo pasó, pero ya me acostumbré.