Crédito: Juan Carlos Piña

Un paseo por Cuatro Palos, en el estado de Querétaro, donde todo y nada pasa

Querétaro
by Juan Carlos Piña 20 Oct 2019

Aquí no pasa nada y encima de eso no hay nadie. Cuatro Palos, en Querétaro, es como un pueblo fantasma en medio de la sierra, donde la niebla ha envuelto a sus habitantes hasta hacerlos desaparecer. A lo lejos comienzan a distinguirse algunas siluetas, como si la niebla, sabedora de nuestra presencia, los devolviera para concretar un encuentro. Son Silvano y José, dos guías capacitados de la comunidad, quienes nos conducirán hasta el mirador, atractivo principal del lugar.

Algo transformador comienza a gestarse… Cuarenta minutos después estamos en el mirador de Cuatro Palos y, de pronto, uno empieza a percibir la magia de lugar: lo inexplicable que afina los sentidos, serena la mente y aleja las expectativas. Sólo entonces uno se percata de que aquí pasa todo.

EL TIEMPO

Todo pasa aquí, pasa lento, pasa rápido. La mirada recorre en calma la inmensidad del paisaje. Las nubes pasan con igual lentitud. Halcones y zopilotes trazan sinuosas figuras. El sol toma su tiempo y matiza la escena con sombras. De pronto, un sonido sorprendente: calandrias y golondrinas, curiosas de nuestra presencia, desgarran el aire como proyectiles a escasos centímetros de nuestra cabeza. Es el aire el elemento que imprime la rapidez. A la distancia, quizá a muchos kilómetros, se escuchan perros, patos, burros, sonidos que viajan velozmente hasta nuestros oídos.

EL REGRESO

Conforme regresamos del mirador, las plantas que rozan nuestro andar despiden mil aromas. Los guías invitan a una degustación de hierbas de monte y semillas de vainas silvestres, como el efé. El regreso transcurre en medio de una fiesta sensorial que continúa hasta la cafetería-mirador de Cuatro Palos, donde Doña Beatriz y Doña Juliana nos reciben con comida serrana típica y exquisito pulque.

La lluvia arremete y se adueña del lugar hasta transcurrida la sobremesa. Salimos de la cafetería para encontrar un lugar de ensueño, una imagen emblemática del México rural: el olor de la tierra mojada, el sonido del agua dibujando veredas, el silencio de la niebla que desciende de las montañas, el juego de luces al atardecer y la sonrisa de su gente.

LA DESPEDIDA

Con el amanecer, la sierra renace y todo se llena de vida, en ése pasar de nuevo. Nosotros levantamos el campamento y nos vamos con nuevo copiloto: Doña María, una de las ancianas del pueblo.

¿Doñita, aquí en Cuatro Palos todavía hablan Otomí?
No jóvenes, aquí hablamos nuestra plática, declaramos las palabras.

Puntos suspensivos.