1. La vida proviene de la muerte.
Cuenta el mito que, en la creación de la humanidad, Dios Viento Creador bajó al mundo de los descarnados para tomar los huesos de los que ya habían fallecido, los ancestros de los que no recordamos los nombres. De ellos solo quedaba su osamenta hecha piedra entre los escombros de la tierra. Dios Viento los elevó al cielo y se los entregó ahí a la diosa más anciana, la madre del Sol, para que ella los triturara. Los molió entonces en el metate sagrado, pero la trituración era demasiado áspera, era demasiado el polvo. Así que Dios Viento humedeció ese polvo con su sangre y con su semen y solo así se tornó masa, una masa consistente y blanda, tan blanda como la piel humana, y con ella se formó a la nueva humanidad de la que nosotros provenimos.
Por eso bien nos dicen los códices y los ancianos que nosotros los hombres somos mortales, puesto que fuimos hechos de los vestigios óseos de nuestros ancestros. Nosotros, la humanidad, estamos hechos de muerte.