Una vez que cayó Tenochtitlán, el recién conformado gobierno de la Nueva España se dio a la tarea de expandir sus dominios, así quienes se habían unido a Cortés ahora eran sus aliados, y aquellos que habían combatido al lado de los mexica debían ser anexados al creciente nuevo imperio. Por la paz o por la guerra.
La Nueva España se encontraba ante una difícil decisión, pues si entrenaba en las armas de metal y fuego a sus aliados tal vez pronto estos buscarían expulsar a los españoles, pero si no contaban con ellos no podrían incrementar el poder de sus ejércitos. De este modo, algunos ejércitos nativos al servicio de la corona española fueron incorporados con la promesa de un mejor futuro en el imperio. Los españoles acudieron principalmente a los chichimecas, quienes se hicieron de enormes privilegios a cambio de prestar sus servicios.